Testimonio de la Huella Andina: Primera parte
Testimonio de la Huella Andina: Primera parte

Testimonio de la Huella Andina: Primera parte

DE VILLA PEHUENIA AL LAGO QUILLÉN

Comencé a caminar la Huella Andina el 4 de Enero de 2017, en Villa Pehuenia, Neuquén. Terminé el recorrido el 14 de Febrero en el Lago Baguilt, provincia de Chubut. Podría dedicar páginas enteras a cada día de caminata, con sus interminables anécdotas y paisajes fantásticos. Sin embargo trataré de ser breve para no cansar al lector. Agrego que a esta larga caminata le acompañó una íntima meditación personal de carácter intransferible: mucho se aprende al viajar con lo mínimo indispensable, disfrutando del silencio y la belleza pura del paisaje. Espero que al leer este relato, otros muchos se animen a caminarla. Les dejo mis mejores deseos.

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Día 1: Villa Pehuenia a Moquehue (16,5 km) 

4 de Enero de 2017 

El equipo está completo: la noche anterior llegó Guille y lo esperamos con una trucha recién pescada a la parrilla. Nosotros, con Emi, llegamos el 2 de Enero con el micro que salía desde Neuquén. Nuestro campamento está emplazado debajo de un bosque de pinos a pocos metros del Lago Aluminé.

Hace frío por la mañana y cuesta salir de la carpa; el viento sopla fuerte y hay lloviznas intermitentes. Antes de partir de Villa Pehuenia, pasamos por un cajero a retirar efectivo y comprar algunos víveres.

En informes nos habían dicho que transitar la primera etapa de la Huella Andina era cuestión de suerte, porque los pobladores no permitían siempre el acceso. Por suerte, nosotros seguimos de largo sin inconvenientes.

Ni bien comenzamos la caminata, unos seis perros apodados allí “perros de la comunidad”, nos empiezan a seguir. No había un cartel que dijera: “Comienzo de la Huella Andina” así que, confiando en nuestro mapa, nos dirigimos a un puente que cruza la angostura del lago Aluminé y desde allí seguimos un camino vehicular. Luego de un par de horas de caminata, Guille logró engañar a los perros y dejarlos atrás.

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El camino vehicular está rodeado de ñires y araucarias. Hay subidas y bajadas constantes, pasando por pequeñas lagunas y algunas viviendas rurales. En momentos, aparecen claros desérticos y vuelan nubes de polvo que obligan a voltear la vista. A medida que nos acercamos al lago Moquehue, empiezan a aparecer los primeros coihues y el bosque se vuelve alto y oscuro.

La costa del lago es una playa de piedras blancas de origen volcánico, capaces de flotar en el agua. Son el resultado de una antigua explosión en la zona. Con el clima todavía hostil, vadeamos el Arroyo Blanco y decidimos merendar, reparados del viento en el bosque de coihues. Una hora después, tras buscar un poco, encontramos el nacimiento de un sendero que se internaba por un ñiratal. Lo seguimos confiando que vamos por buen camino. Algunas jóvenes cañas hacen su primera aparición.

Luego de dos horas reaparece la huella vehicular: nos acercamos a la población de Moquehue. Llegamos al pueblo a las 21 hs e inmediatamente pasamos por un almacén a comprar víveres. Se trata de un pueblo pequeño y alejado, próximo al límite con Chile, todavía sin señal de celular. La primera noche la pasamos en el camping organizado “La Bella Durmiente”.

Día 2: De Moquehue al filo de la montaña (12,5 km)

5 de Enero de 2017

La siguiente etapa fue una experiencia difícil. Se nos hizo larga y confusa. Antes de salir preguntamos a la gente del lugar sobre cómo proseguir la Huella Andina. Ocurrió que nadie sabía si quiera de su existencia e incluso nos advirtieron que el paso a Ñorquinco no tenía precedentes… ¡qué poco aliento!

Pese a la falta de información, elegimos seguir adelante: ¡esto recién empezaba! Buscamos entre distintos senderos salían del pueblo y ascendían por la ladera izquierda de la montaña, entrecruzándose con desconcertantes huellas de animales. Con las horas se fueron haciendo cada vez más angostos y difusos. Pasado el mediodía iniciamos un ascenso y, de casualidad, encontramos la huella vehicular indicada en la guía impresa, que nos conduciría por el valle hacia el paso a Ñorquinco.

Todo iba aparentemente bien hasta que llegamos al final de la huella vehicular, al fondo del valle. Allí el camino desparecía por completo. Pero según las indicaciones de la guía oficial, debería haber un sendero que pasaba por el portezuelo del cerro Plomo (entonces no sabíamos cuál era aquel cerro). Optamos por seguir una picada de animal ascendente. Pensamos: “si hay rastros de caballo, este debe ser el camino correcto”. Zigzagueando por la ladera, atravesamos el lenguero achaparrado, guiándonos por las pisadas frescas y pronto el paisaje se transformó en un gran mallín de veranada. A pocos metros, se veía un portezuelo de baja altura. Como última hazaña del día, subimos el paso por las piedras caedizas, ya sin presencia de vegetación. Arriba de todo, en el filo de la montaña, armamos campamento. Eran las 21 hs. Comimos unos sanwiches de atún y nos rendimos ante el sueño con una vista imponente a nuestro alrededor.

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Día 3: del filo al cañaveral (11,3 km)

6 de Enero de 2017

Nos levantamos a las 7 de la mañana. No soplaba nada de viento sobre el filo descubierto de la montaña de 2000 msnm. El amanecer ofrecía un espectáculo increíble, con vista panorámica de 360 grados, quietud e inmensidad. Aparecieron para nuestro asombro unas pisadas de animal entre las piedras… ¿serían de un puma nocturno?

Estudiando nuestro itinerario, se nos planteó un dilema: ¿por dónde debíamos continuar? ¿Debíamos descender por el paso que encaramos el día anterior? ¿O debíamos modificar el rumbo volviendo sobre nuestros pasos? Ya que no había un sendero visible, ni marcas de Huella Andina, analizamos el mapa, con brújula en mano y llegamos a la conclusión de que estuvimos a punto de regresar a Moquehue en un círculo. Mirando hacia el sur, contemplamos un lago en la lejanía, claramente el lago Ñorquinco, y en la lejanía ya se vislumbraba el imponente volcán Lanin. Sin duda había que volver unos cuantos pasos y dirigirse en esa dirección.

Resolvimos entonces, luego de algún debate, bordear la montaña por encima del lenguero, y descender por un valle que conducía al lago. Desde lejos todo parecía más fácil, pero fue una travesía complicada, caminando entre piedras y barrancos primero, y luego entre lenga achaparrada y cañaveral cerrado.

Contra nuestras expectativas, no apareció ningún sendero. Ya sin alternativas que no fueran volver para atrás, empezamos a descender por el cauce seco de un arroyo. Iban pasando las horas de caminata y el bosque se volvía más espeso… del lenguero pasamos al cañaveral. Y el cauce se convirtió en un arroyo caudaloso. No había forma de avanzar rápidamente por un bosque tan tupido. Las mochilas se enganchaban entre las ramas y las cañas filosas. No había puntos de referencia y el mapa no ayudaba en el bosque cerrado. Lentamente y con paso firme, entre cañas que nos cacheteaban, avanzamos en dirección al sur.

Eran las 21 hs y estábamos todavía en medio del cañaveral. Guille propuso tirar las bolsas de dormir entre las cañas… no era algo disparatado. Por suerte divisamos un claro y hasta allí nos dirigimos. Armamos las carpas antes de perder las últimas horas de luz, pero… ¡qué mala suerte! Resultó que el lugar era una especie de “hormiguero gigante” y las hormigas se nos subían hasta por los bastones de trekking. Afortunadamente el mosquitero de las carpas funcionó de barrera. Esa noche la temperatura bajó y empezó de nuevo el viento, provocando crujidos y “estallidos” enter las lengas que se tambaleaban a nuestro alrededor. No sabíamos a qué altura del valle nos encontrábamos, pero teníamos la certeza de que el arroyo nos conduciría al Lago Ñorquinco. Ese día solo comimos unas porciones pequeñas de granola, por temor a quedarnos sin comida.

Día 4: del cañaveral a Ñorquinco 

7 de Enero de 2017

Amanecimos a las 7 hs y lloviznaba. Combatimos el hambre todo el día con otro puñado de granola. Al caminar por el valle, el cañaveral y la lenga achaparrada se sucedían dejando poquísimos claros de respiro. Las horas corrían y el reloj nos desesperaba: ¡avanzábamos muy lento! Guille y yo nos turnábamos para ir al frente, a explorar y guiar la marcha. Aquella tarea era súmamente agotadora, ya que el guía debía adelantarse constantemente, ir y volver, manteniendo plena concentración y observando todo el entorno y sus posibilidades.

A las 6 horas de caminar por aquel valle espeso, Guille salvó el día: encontramos una picada angosta, tal vez de jabalí o de ganado bagual, y la seguimos con esperanza. Al rato nos topamos con una vieja bota enterrada en el barro… eran los primeros rastros de civilización. De a poco la huella embarrada se convirtió en un sendero ancho y aparecieron claros en el bosque. Por fin dejamos atrás el cañaveral y llegamos a una pampa de coirones. El sendero dio lugar a una huella vehicular. Ya cantábamos victoria… solo era cuestión de tiempo para llegar a Ñorquinco. Entre tanto, el cielo nos dio bienvenida envolviéndonos con una nube de llovizna intermitente.

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A las 17 hs llegamos totalmente empapados, agotados pero felices, a una vivienda próxima al lago. Vadeamos por última vez el arroyo blanco, ya de buena anchura, muy cerca de su desembocadura. Un poblador se compadeció al vernos y nos condujo con su camioneta hasta el camping más cercano.

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El camping de “Doña Rosa” nos dio la Bienvenida con un techo y una salamandra.  Armamos las carpas y nos sentamos a contemplar el valle hermoso y terrible que acabábamos de atravesar, cubierto con un manto de espesa neblina.

¿Qué había fallado en la travesía? Una vez en la ciudad de La Plata, me dediqué a estudiar el problema. Resulta que al no estar señalizada aquella etapa de la Huella Andina, descendimos por un valle equivocado. Si bien este conducía a Ñorquinco, el trazado original pasaba por otro valle, seguramente más sencillo. Esto para nosotros era imposible de saberlo.

Días 5 y 6: descanso forzoso (0 km)

8 y 9 de Enero de 2017

La lluvia nos obligó a descansar en el camping. Se nos ocurrió lavar la ropa… ¡pésima idea! Tardó aproximadamente 48 hs en secarse debido al frío y porque el viento tiraba las prendas a un charco, reiniciando cada tanto el proceso. La familia de Doña Rosa nos trató como de su familia: nos permitieron pasar a su casa y calentarnos en la salamandra. Compartimos comidas juntos aquellos días, mientras guitarreamos y contamos historias.

Según decían, aquel año el invierno sería muy duro. ¿Cómo lo sabían? Los pobladores tienen la costumbre de observar el clima de los primeros doce días de Enero; a partir de allí puede deducir el clima de los doce meses del año. Conclusión: los fríos, húmedos y ventosos pronosticaban un invierno terrible, cuestión que efectivamente se cumplió en Julio con -30° de temperatura. “Creer o reventar”.

Reímos mucho y también discutimos aquellos días… ¿qué iba a pasar con el “equipo Huella Andina”? ¿Y si toda el recorrido presentaba las mismas condiciones que en la etapa anterior? Para colmo, en el camping tuvimos información de que el sendero estaba cerrado hasta Rucachoroy, debido a un incendio reciente. De ser esta información correcta… sería casi imposible continuar.

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Finalmente decidimos que cada cual seguiría su propio camino, sin estar obligados a continuar la Huella Andina. Para colmo de males, el agua de la montaña venía oscura por los sedimentos de la tormenta. Mi estómago no lo toleró y padecí prácticamente cuatro días de descompostura. La Huella Andina resultó ser una prueba de “temple moral”, a la vez que de resistencia física, con desafíos inesperados.

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Día 17: de Ñorquinco a Rucachoroy (32,8 km) 

18 de Enero de 2017

Aquí no seguiré un orden cronológico, ya que luego de pasar por Ñorquinco, continué la Huella Andina desde Puerto Canoa. Tuve información errada de que el tramo  a Rucachoroy estaba deshabilitado y había que saltearlo. Pero cuando me informé de que el sendero había sido habilitado, 10 días después, regresé para recuperar aquel tramo. El esfuerzo valió realmente la pena.

Pasé noche en el camping municipal de Aluminé, llegando desde San Martín de los Andes. Desde allí hice dedo hasta Ñorquinco, ya que no hay transporte público hasta el lugar. Una vez en la cabecera del lago, me adentré caminando en el Parque Nacional Lanín.

El Lago Ñorquinco se encontraba apacible, no soplaba el viento y, como buena noticia, la señalización de Huella Andina se mostró reluciente y bien mantenida. Comienzo la caminata por el paso a las 11:40 hs; a las 15:30 me encuentro con el fin de la etapa, en Vivac Tapera de Lagos. El paisaje es más bien seco y presenta poco desnivel; es una zona de veraneo de  ganado. Aún era temprano y los tábanos me estaban empezando a comer vivo, así que decidí continuar en la etapa siguiente y apurar el paso. Era necesario a esta altura caminar más de una etapa por día si quería completar la Huella Andina para Febrero.

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A las 18:30 hs llegué a Rucachoroy y armé la carpa en el camping Trempail. Aún de día, me di un gran lujo… el camping vendía comida y pedí a las cocineras una milanesa con papas fritas. ¡Qué recompensa! El apetito voraz del caminante empezaba a aflorar.

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Día 18: de Rucachoroy a Quillén (22,2 km) 

19 de Enero de 2017

La etapa siguiente fue sin duda de las más hermosas. Partí desde la sucursal de guarda parques de Rucachoroy, donde el guardaparque Adrián Daros me atendió con amabilidad y se mostró muy interesado en mi recorrido. Me invitó pasar a la sede y me asesoró sobre el estado del sendero.

Un poco tarde, a las 11 hs, comencé a subir el cordón entre las araucarias y los  coihues. Una huella de animales me condujo por un camino errado, con lo cual perdí un poco de tiempo. A las 12 hs corregí el rumbo en dirección sur, ascendiendo hasta que el bosque dio lugar a mallines y pampas con arbutos. Desde lo alto pude contemplar el cordón del Rucachoroy, imponente en su altura y con las piedras al descubierto. La mejor sorpresa de todas fue que el sendero pasaba por el cordón mismo a una altura llegaba de 2200 msnm. Fue una experiencia única: avancé haciendo equilibrio entras las lajas que se desmoronaban, marcando mi presencia en el silencio rotundo de la inmensidad de altura. El clima seco y soleado que me tocó fue excepcional.

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Luego de unas horas de caminata, como premio al concluir la etapa, se dejó ver la figura imponente volcán Lanín. Abajo, en un valle sobre la montaña, se divisaba ya el lago Quillén. Una de las escenas mas imponentes de toda la Huella Andina.

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A las 16:30 hs llegué al vivac Malaco Chico, culminación de la etapa. Decidí continuar caminando hasta Quillén en el mismo día, para ganar tiempo en mi meta de completar la Huella Andina. El descenso fue por un sendero marcado pero muy pronunciado… ¡me pegué unas cuantas patinadas! El bosque de lenga achaparrada dio lugar a un ñiratal seco, con mucho arbusto espinozo, y entre las casas de algunos pobladores, finalmente llegué al lago Quillén.

A las 19:30 hs me encontraba en el camping Pudú Pudú, donde armé carpa cerca del lago. Mientras preparaba una polenta al fuego, unos pescadores de la zona me invitaron a compartir una parrillada de trucha y cordero… ¡qué recibida! Aquella noche intercambiamos charlas, risas y anécdotas.DSC09961

Día 19 y 20: de Quillén a Quila Quina

20 de Enero de 2017

Para salir de Quillén y continuar la Huella Andina en el sur tuve que comportarme como un auténtico mochilero: me bañé en el lago, lavé allí la ropa y la sequé al sol. Después de almorzar, ya con mejor presencia, salí a la ruta a hacer dedo. Tras un par de viajes generosos, logré volver a Aluminé. Desde allí me fue posible viajar en micro para continuar con el itinerario de la Huella al día siguiente.

Continua en: Testimonio de la Huella Andina: Segunda Parte

3 Comments

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  2. Marco

    Que bueno recien encuetro este blog. Estoy pensando en hacer el sendero el año q viene y justo me encontre con vos. Me pone contento q no soy el unico loco q practica el senderismo ultralight! Cuando hablo de equpipo de MDL, Tarptent o Zpacs aca se me quedan todos mirando y diciendo de que habla este XD. Te consulto sabes si los senderos siguen en funcionamientoo voy a tener que pilotearla con el gps?

    1. Hola, perdón porque haya tardado tanto en contestarte. Ahora la Huella Andina tiene varios tramos en mal estado, aunque no son la mayoría, pero son un desafío. Yo la haría igual sin dudarlo, pero bueno, cada cual tiene sus preferencias. Podés llevar un app con gps como backup. Saludos.

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