A continuación me propongo describir el recorrido de trekking que hice entre los días 14 de Enero y 12 de Febrero de 2018. Durante ese tiempo mi objetivo fue sumergirme en los variados ambientes comprendidos entre la Estepa Patagónica argentina y el Océano Pacífico de Chile. El itinerario cruza la Cordillera de los Andes, pasa por las cumbres nevadas del lago Nahuel Huapi, se interna en la selva valdiviana y alcanza las aguas del Estuario de Reloncaví, Océano Pacífico. Regresa a la Argentina por el Paso Puelo, transitando bosques de alerces para culminar en el cerro Roca del Tiempo. A los caminantes deseos de desafíos, ofrezco esta propuesta nueva que titulé «Vuelta del Zorro».
Introducción
Esta travesía fue posible gracias a una planificación minuciosa. Durante seis meses me dediqué a reunir información a partir de mapas y archivos de GPS disponibles en la web. Me serví de Google Earth, caltopo.com y wikiloc.com. Seleccionado el material, fui conectando distintas rutas, llené algunos espacios vacíos (con los riesgos que conlleva lo desconocido), hasta que fue adquiriendo forma un sendero de largo recorrido, que denominé «Vuelta del Zorro». El nombre hace referencia a la silueta que se forma al observar la ruta en un mapa: un canino de cola larga enroscada, volteando la cabeza.
Si uno tiene el tiempo disponible y le gusta hacer trekking, la experiencia de un sendero de largo recorrido vale realmente la pena: sumergirse durante semanas en tierras remotas, fortalecerse caminando cientos de kilómetros, disfrutar de lo mínimo indispensable, pasando a ser un habitante nómada de la naturaleza; todo esto constituye una experiencia intensa y personalísima.
Existe un sendero de largo recorrido en la Argentina: la Huella Andina. Sus creadores, Estefanía Chereguini y Walter Oszust en 2008, emprendieron la tarea de unir distintos senderos preexistentes y dar forma a una ruta continua. Cuando descubrí la Huella Andina, quedé fascinado con esta idea y tuve la oportunidad de recorrerla íntegramente. Con ganas de emprender otra caminata similar, busqué alternativas y encontré el Greater Patagonian Trail: una red de senderos que pasa mayormente por Chile, cuyo autor Jan Dudeck, creó a partir de la exploración personal y la ayuda de mapas satelitales. Estos antecedentes me incentivaron a crear un itinerario propio, dentro del concepto de sendero de largo recorrido.
Con la «Vuelta del Zorro» no inventé nada nuevo. Los senderos estaban allí de antemano. Algunos son conocidos y muy visitados en la temporada de verano. Unos pocos están fuera de mantenimiento y una pequeña porción del recorrido pasa por campo traviesa. Mi tarea apenas consistió en reunir la información disponible y conectar los distintos senderos. Ahora comparto esta experiencia con ustedes.
Ofrezco los tracks de GPS de la Vuelta del Zorro a todo caminante interesado. El recorrido que yo hice no es exactamente el mismo que propongo ahora, ya que con la experiencia en el terreno fui conociendo alternativas mejores. Estoy trabajando en una guía más detallada, que quiero publicar en un futuro.
Logística
En la mochila cargaba siempre comida para una semana. Con eso me alcanzaba y me sobraba para llegar hasta el siguiente punto de abastecimiento. El agua potable abunda en los arroyos de montaña, así que una botella de 750cc es suficiente para toda la travesía.
Un elemento a tener en cuenta es el efectivo chileno si se procede de Argentina. Únicamente en Puerto Montt se puede recurrir a un cajero automático. Lo recomendable es concurrir con dólares (cosa que yo no hice).
En todo el recorrido pasé por siete localidades para comprar víveres (1):
- Bariloche (Argentina). Punto de partida con supermercado y cajero automático disponible. Acceso en remís hasta las inmediaciones de Ñirihuau Arriba.
- Colonia Suiza (Argentina). Almacén y micro regular disponible. De allí se puede hacer un desvío en micro hasta el kilómetro 13, donde hay supermercados y cajero automático.
- Pampa Linda (Argentina). Cuenta con almacén caro. No hay supermercado ni cajero automático. Micro regular disponible.
- Puerto Montt (Chile). Ciudad indispensable para adquirir efectivo chileno en una casa de cambio o cajero automático. Para acceder hay que realizar un desvío por ruta, a dedo o tomando el micro en la población de Ralún (Chile).
- Cochamó (Chile). Cuenta con almacén. Micro regular.
- Llanada Grande (Chile). Cuenta con supermercado. Micro regular.
- Lago Puelo (Argentina). Cuenta con cajero automático y supermercado. Final del recorrido. Micro regular.
NOTA 1: No menciono poblaciones rurales menores, donde es posible solicitar comida y servicios mínimos: Ñirihuau Arriba (Argentina), Ralún (Chile), Primer Corral (Chile), Segundo Corral (Chile).
Equipo
Como para todo recorrido largo con mochila, siempre voy a recomendar llevar lo mínimo indispensable. Si el objetivo es disfrutar plenamente de toda la caminata (y no solo del momento de llegada), hay que priorizar caminar cómodamente. Mi equipo fue casi idéntico al que utilicé en Diciembre de 2017 en Tierra del Fuego, con menos abrigo: Equipo ultra liviano para la Patagonia Norte – 2,6 kg
Para cocinar utilicé un calentador a alcohol casero, por ser una opción liviana y el combustible fácil de conseguir.
Ya que no siempre hay señalización, contar con un sistema fiable de orientación es imprescindible. Mi herramienta fundamental fue la aplicación de celular Gaia GPS (disponible para iOS y Android). En modo avión el celular puede utilizar el chip GPS sin inconvenientes, mientras que los mapas sean descargados con anterioridad. Utilicé una batería externa de 10.000 mah para extender la vida del celular a 3,5 cargas. Solo en cañadones de frontera, tuve retrasos considerables con la señal del GPS, por lo que siempre es recomendable complementar este dispositivo con mapas físicos y brújula. Desde luego, la opción más cara es emplear un Garmin, pero no es condicionante.
Relato de viaje: Primera parte
De Ñirihuau Arriba a Colonia Suiza (114,5 km)
Día 1: Población de Ñirihuau Arriba (15 km)
Mi objetivo inicial era acceder al refugio Velco, en las nacientes del Río Ñirihuau, partiendo de las inmediaciones de Bariloche. Voy a describir con mayor detalle estas primeras etapas, ya que hay poca información disponible y pueden ser de utilidad.
Comencé asumiendo el riesgo de lo desconocido: no había información sobre la senda ni en el Club Andino ni el Centro de Informes de Bariloche. Figuraba solo en los mapas físicos. Según me dijeron, los senderos estaban fuera de mantenimiento y la seccional de guarda parque estaba inhabilitada. Tendría que corroborar la ruta por mi mismo. Decidí tomar un remis y dirigirme hacia el puente del río Ñirihuau, que se encuentra pasando el aeropuerto de Bariloche. Tras recorrer una huella vehicular por tierra, el remís llegó a un gran charco, por el cual era imposible continuar. Me despedí del chofer y así comencé a caminar la Vuelta del Zorro.
El primer día lo dediqué a seguir el Ñirihuau río arriba, por huella vehicular. Fui dejando atrás la estepa baja y empecé a verme rodeado de los primeros cerros áridos de pre cordillera. Dominaban el paisaje los arbustos, mientras que el río se rodeaba de sauces. Cada tanto cargaba agua para refrescarme y palear el castigo del sol. Por esta huella vehicular se accede a la zona conocida como las «buitreras», dado que allí ponen su nido los cóndores.
El recorrido se interna en un valle y se va rodeando de montes cada vez más altos. El humo de algunas chimeneas me indicó que estaba en la población rural de Ñirihuau Arriba. No se trataba de un aglomerado urbano, si no de algunas viviendas rurales dispersas. Luego de pasar por un bosque plantado de pinos, llegué al edificio abandonado de la ex escuela 351. Comencé a vislumbrar las famosas «piedras paradas» y a los pocos kilómetros encontré un camping llamado «El Gaucho Pobre». Pregunté por el refugio Velco, mi objetivo próximo, y obtuve la confirmación de que era posible acceder al mismo siguiendo huellas de ganado.
Decidí armar campamento y emprender la caminata hasta el refugio el día siguiente. Los dueños del camping me atendieron con gran amabilidad. Armada la carpa, encendí fuego y disfruté de unos mates, a orillas del río Ñirihuau, bajo la sombra de un ñiratal. Recibí un pequeño «tour» por el campo, para conocer a los animales: cabras, cerdos, ovejas. No me canso de observar a estos animales y escuchar cómo los habitantes del campo me cuenten sobre su brava vida autosuficiente.
En el camping compré «charqui»: carne seca y salada, que aprendí a comer allí mismo. Se la puede golpear con piedras para ablandarla y comerla fría, cocinarla a la parrilla, o hervirla en un guiso. Esta carne me acompañó dos semanas, dadas sus propiedades de conservación. Un manjar austero.
Día 2: De Ñirihuau Arriba al refugio Velco (42,5 km)
A la mañana siguiente emprendí la larga caminata hasta el Refugio Velco. Me advirtieron que sin GPS era fácil perderse por las huellas de ganado. La clave es seguir el río hasta sus nacientes y no desviarse por los valles equivocados. A mi me llevó todo el día a buen ritmo, pero recomiendo hacerlo en dos días.
A poco comenzar crucé el río Ñirihuau por una pasarela rústica y seguí la huella vehicular del Parque Nacional en dirección a las nacientes del río, esta vez por la margen norte. Pasé por las últimas viviendas rurales hasta un cartel que indicaba el final de la zona habilitada de acampe. La seccional de guarda parques estaba en ruinas, debido a un incendio de hace pocos años.
Siguiendo la huella vehicular continué adentrándome por los valles cada vez más verdes; el camino se rodeaba de lenguero achaparrado y arbustos, pasando por partes de pampa abierta. Vadeé el arroyo Botella e ingresé al bosque de lengas maduras. Allí la huella muere y nace una picada de ganado, el «sendero». En determinado momento opté por vadear el río (un error), para retomar la margen norte más adelante. Hay que tener cuidado e ir siempre por arriba, ya que las huellas de ganado se bifurcan y descienden al río constantemente, seguro porque los animales en invierno bajan a tomar agua.
De vez en cuando se descubren manchas rojas en los árboles, antigua señalización, pero no sistemática. En un momento la picada asciende para evitar un gran bosque de lenga achaparrada. Desde allí se puede contemplar el valle del arroyo Ñirehuco.
Ya atardeciendo la picada prácticamente desaparece: un esqueleto de bovino indicaba el final del sendero. Tuve que atravesar una parte de lenga achaparrada muy cerrada, aunque creo que es evitable. En determinado momento sabía que estaba cerca del refugio. Crucé el Ñirihuau en una parte muy encajonada y que para colmo corría con fuerza, por lo que me fue bastante difícil. Subí al lado de enfrente por una parte empinada, agarrado de las lengas jóvenes y los arbustos. Sugiero que en lugar de cruzar por la parte encajonada se siga caminando paralelo al río por la margen norte, tomando altura y evitando el lenguero achaparrado, hasta encontrar el sendero que reaparece más adelante. Allí el Ñirihuau se transforma en un inofensivo arroyo. Esto lo desconocía yo en aquel momento.
De cualquier manera, y pese a estas dificultades, encontré el refugio. La indicación natural era un gran mallín que había visto por imagen satelital. Crucé un umbral de lenguero achaparrado, detrás del cual se escondía un escenario muy particular: un prolijo bosque de lengas bajas, ausencia de sotobosque y el refugio Velco, colorido y en estado impecable. Eran las 20 hs y concluía una larga jornada.
Día 3: Del refugio Velco al Lago Gutiérrez (15 km)
El siguiente objetivo era llegar al Lago Gutiérrez, cruzando el Cordón del Cerro Confluencia. Debido a que se suele acceder al refugio por el otro lado de la montaña, el sendero que yo había hecho no tenía mantenimiento. Pero a partir de aquí, estaba en buenas condiciones y señalizado con marcas rojas. Fui ascendiendo por el cauce de un arroyo en dirección al cordón del Cerro Confluencia y al rato superé el límite de vegetación. Una vez allí estaba cerca de la Laguna Hosseus. El invierno tardío había dejado restos de nieve que embellecían todos los paisajes.
De ahí en más, continué mi rumbo por el cordón del Cerro Confluencia. Ya sin sendero, fui ascendiendo hasta que se dejó ver el Lago Gutiérrez, el Nahuel Huapi y las cumbres distantes. También hizo su primera aparición el imponente Cerro Tronador, todavía muy lejano, al que me iría acercando día a día.
Sin ningún tipo de señalización, fui siguiendo el filo del cordón montañoso. Era un auténtico privilegio contemplar los lagos desde semejante altura y sobre todo los valles ocultos, que pocas veces reciben el ojo del hombre. Tenía que estar atento para desembocar en una pequeña pampa, junto al límite de vegetación y de allí seguir una picada hasta el Lago Gutiérrez. Esta parte de la travesía fue realmente «épica»: entre piedras caedizas, vientos cordilleranos, observando a mi alrededor los contrastes entre la estepa amarillenta y el bosque cordillerano.
Ya dentro del bosque seguí las huellas de ganado que me condujeron hasta la ruta. A diferencia del bosque de lengas del valle del Ñirihuau, del otro lado del Confluencia el bosque predominante era de cohiues, señal de que llegaba mayor humedad de los lagos patagónicas. Pude disfrutarlo con su sombra, acompañado de claros con vistas al lago y el agradable viento que espantaba un poco los tábanos. Al cruzar la ruta, una huella me condujo al Camping Baqueanos, junto al Lago Gutiérrez, donde armé campamento.
Día 4: De Lago Gutiérrez al refugio Frey (12,5 km)
El itinerario continua esta vez por un sendero perfectamente marcado y transitado a diario, dentro del bosque de gigantescos coihues. Bordeando el Lago Gutiérrez se accede primero a la Playa Muñoz, una zona ideal para pasar el día. Una vez allí, se bifurca una picada que asciende hasta cruzarse con el sendero principal que conduce al Refugio Emilio Frey desde Villa Catedral.
El sendero pasa mayormente por bosque de cohiues. Ascendiendo por la ladera del catedral atraviesa algunos cañaverales y a medida que se interna por el valle del Arroyo Van Titter aparecen las primeras lengas. Los tramos finales pasan entre piedras que obligan el uso de las manos a medida que se va descubriendo el imponente paisaje del Frey.
La zona es hiper concurrida. Se trata de un turismo de aventura, abarcando desde caminantes que retornan en el día, hasta escaladores profesionales, cuyo enclave de partida es la atractiva área del Refugio Frey.
El paisaje del Frey no tiene desperdicios. Las formaciones rocosas que parecen una muralla con puntas de lanza; las lagunas ocultas originadas por el deshielo, lo hacen un lugar imponente al alcance de una jornada de caminata. Una gran ladera de piedra estaba adornada con coloridos «manchones»: carpas de distintos colores y diseños, en lugares insólitos, sobre las piedras carentes de vegetación, rebalsaban la zona de acampe. Todos lugares privilegiados para contemplar el amanecer desde la altura, pero toda esta belleza trae sus inconvenientes. Entre las rocas me fue imposible clavar una estaca; por otra parte, la exposición se volvió crítica ya que el viento soplaba muy fuerte. Algunas carpas se volaban, sus dueños las trababan con piedras enormes y aun así no se las podía perder de vista.
Mi carpa no era adecuada para este tipo de escenarios. Elegí algo bien liviano y eficiente, con la condición de que sea armado en zonas reparadas. Pero el área del Frey estaba demasiado expuesta. El error me costó un gran susto y una mala noche: en un descuido mi bolsa de dormir voló por los aires, arrebatada por el viento, ya que había dejado el cierre de la carpa abierto. Al percatarme de esta grave ausencia salí, linterna en mano, en búsqueda de la bolsa, sin éxito. A todo esto mi carpa se había caído dos veces. Era imposible de estaquear y el bastón que la sostenía no podía clavarse en la piedra sólida. En medio de la ventarrosa noche helada, tomé mis cosas y me metí en el comedor del refugio Frey. Pasé acurrucado la noche, prácticamente sin dormir.
Día 5: Refugio Frey – Refugio Jakob (9,5 km)
A las 7 de la mañana retomé la búsqueda. Por suerte se había calmado bastante el viento. Vislumbré mi bolsa de dormir desde lo alto, atrapada entre la lenga achaparrada. Quedó superado el susto, buena razón para no cometer el mismo error.
El siguiente objetivo era acceder al refugio San Martín, también conocido como refugio Jakob, por la laguna de ese nombre. Partiendo del refugio Frey, bordeé la laguna Toncek hasta el final del valle, donde unas manchas rojas me condujeron en ascenso hasta llegar a la Laguna Schmoll. Allí la cosa se ponía más difícil: había que gatear y trepar con cuidado por las piedras caedizas. Cuanto mayor riesgo y adrenalina, mejor se ponía la vista.
Desde el punto más alto del Catedral era posible volver a contemplar el Cerro Tronador. Sabía que en algún momento debería pasar por allí y dejarlo atrás.
En el mapa todo parecía más simple: una corta distancia podía ser un enorme desafío por la pendiente. Superado el cerro catedral, las marcas rojas caen abruptamente hacia el enorme valle de Rucacco: un sitio aislado, en el que algunos aventureros eligen retirarse para disfrutar de la soledad y el aislamiento.
Descansé un poco entre las columnas de lengas del valle de Rucacco. Uno de los sónidos característico de este bosque es el silbido que producen las lengas al tambalearse con el viento. Con la satisfacción que produce el agua pura de montaña y habiendo repuesto fuerzas, volví a enfrentar la segunda subida del día, esta vez por el Paso Brecha Negra. La bajada a la laguna Jakob era realmente abrupta, en un suelo de piedras caedizas.
Ya desde el cordón del Cerro Tres Reyes era posible ver la Laguna Jakob. Me dediqué a un merecido almuerzo en las alturas, con vista de 360 grados y un poco de elongación. Empecé a contemplar el itinerario del día siguiente: el paso a la Laguna Negra por el Cerro Navidad.
El refugio Jakob había sido incendiado meses atrás. Esta triste noticia, sufrida por todos los amantes de la montaña y en especial por la comunidad de Bariloche, no detuvo la iniciativa del Club Andino, que inmediatamente emprendió su reconstrucción. En el momento en que lo visité se habían establecido domos provisorios. Igual, como de costumbre, dormí en carpa.
Abajo muestro los desniveles de la travesía Frey – Jakob. Los lugares remotos y elevados hacen este sendero muy recomendable, pero a la vez muy demandante. Una buena opción es acampar en el valle de Rucacco, descansar y emprender el segundo ascenso al día siguiente.
Día 6: Del Refugio Jakob a Colonia Suiza (20 km)
La ruta que conectaba el Refugio Jakob con la Laguna Negra era peligrosa. A todas las personas que pregunté, sencillamente me recomendaron no hacerla sin equipo de escalada. En el refugio Jakob me confirmaron que el paso estaba cerrado, debido a otra dificultad: el invierno se había postergado y todavía quedaban restos de nieve en zonas críticas. Como muchos sabrán, pisar la nieve compactada sin grampones implica resbalarse y en estos casos una resbalada es una caída libre. Conocida la situación, decidí modificar la ruta, descender por Tambo de Baez e ir hasta Colonia Suiza. Me di el gusto de explorar la zona del Jakob hasta donde era posible, sin mochila.
Luego del almuerzo, comencé el descenso por el largo valle del Arroyo Casa de Piedra. Primero el famoso «caracol», zigzagueando entre las piedras; pasando por lenguero, cañaveral, bosque de cohiues y muchos tábanos, el camino conduce hasta el Tambo de Baez. Allí se estaba construyendo un área de servicios. El camino era largo y me llevó más de 3 horas. Desde el Tambo accedí a la ruta y caminando unos kilómetros más llegué a Colonia Suiza.
Llegar a una localidad luego de casi una semana de montaña es un pequeño incentivo psicológico. Una sensación de que se va a reponer fuerzas y descansar mejor, aunque seguí durmiendo en carpa. El pueblo de Colonia Suiza aloja en verano a miles de turistas; se ven autos deambulando, puestos de artesanías y campings colapsando con una carpa pegada al lado de la otra. No es lo que un caminante de montaña prefiere, pero en definitiva, el contacto con la civilización también inyecta un poco de motivación para retomar el sendero. Sobre todo, es una buena oportunidad para comprar comida y darse algunos gustos.
Mi objetivo siguiente sería la Travesía de las Cinco Lagunas, para llegar al pie del Cerro Tronador, punto limítrofe con Chile.
Continúa en la segunda parte
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