Vuelta del Zorro: Segunda Parte
Vuelta del Zorro: Segunda Parte

Vuelta del Zorro: Segunda Parte

En esta segunda parte de la Vuelta del Zorro, describo el recorrido que une Colonia Suiza con Pampa Linda, conocido como la “Travesía de las Cinco Lagunas”, a la que hice algunos  agregados. Luego de ascender por el Cerro López, cruza distintos pasos nevados, filos con lajas puntiagudas y pedreros, alterna con mallines y lagunas de altura, para llegar al Paso de las Nubes y descender a Pampa Linda. Se puede hacer un desvío opcional de ida y vuelta hasta la base del Cerro Tronador.

De Colonia Suiza a Pampa Linda (87,4 km)

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La segunda parte de la Vuelta del Zorro une Colonia Suiza con Pampa Linda.

Día 7: de Colonia Suiza al Refugio López (9 km)

Antes de salir al Cerro López, aproveché para comprar víveres en el kilómetro 13. Se llega fácilmente en micro desde Colonia Suiza. En este lugar hay supermercados y un cajero automático.

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Desvío logístico a kilómetro 13

Luego de llenar la mochila con comida para una semana, regresé haciendo dedo a Colonia Suiza. Mi objetivo inmediato era acceder a la Laguna Negra, pero como en el mapa descubrí la posibilidad de conectar Cerro López con la laguna, agregué este cerro al itinerario.

El Cerro López es hiper turístico. En la entrada al sendero hay un puesto de panchos, a medio camino un refugio de lujo con restaurante. Admito que por todo esto lo subestimaba un poco, pero el lugar vale realmente la pena. Las vistas del Lago Nahuel Huapi se ponen cada vez mejores con la altura. La caminata es breve y sin desperdicios.

Luego de una subida abrupta, la pendiente se vuelve moderada hasta realizar el famoso caracol final. Me encontré en vivo con la famosa fotografía del Refugio López: pintado de rojo, con una pileta rústica, alimentada por los arroyos de montaña.

Hacía mucho calor al punto que casi me descompongo. Los chocolates en oferta que compré en kilómetro 13 se derritieron… error de principiante.

Ni bien llegué al área del refugio me puse a armar la carpa. Encendí calentador a alcohol y herví agua para tomar unos mates.

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Acampando en Cerro López. Accesible desde la ruta y con una vista increíble.

Me senté a contemplar las nubes que iban adquiriendo un colorido rosado con la caída del sol. Uno de los mejores paisajes de la travesía.

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Contemplando el atardecer desde el Cerro López

Unas nubes anunciaban tormenta. Efectivamente, a mitad de la noche comenzaron los relámpagos y los chaparrones. Pero a esa altura uno se acostumbra y está lo suficientemente cansado como para dormir en cualquier circunstancia.

Antes de dormir me puse a conversar con un grupo de corredores que acababa de llegar desde la Laguna Negra. Estaban preocupados porque algunos de sus compañeros habían quedado atrás. Cometieron el error de separarse. Más tarde vimos luces de linterna que bajaban del cerro. La cuidadora del refugio, experta en el terreno, salió para guiarlos en la noche. Por suerte no pasó del susto.

Día 8: del Refugio López a Laguna Negra (8,2 km)

A la mañana siguiente emprendí la subida a la cumbre del López.

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Despidiendo el Refugio López

Luego de subir por los macizos sin vegetación, se accede a la zona de la “Olla”, donde había bastante nieve. El letargo del invierno había dejado algunas pequeñas lagunas de deshielo.

En la cumbre del Cerro López se encuentra uno de los mejores puntos panorámicos de toda la travesía. Desde allí se podía contemplar Bariloche, Colonia Suiza, el Nahuel Huapi entero. A la distancia se veía el Cerro Tronador y los volcanes chilenos, el  Osorno y el Puntiagudo.

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Volcanes desde la cumbre del Cerro López

Luego de un descenso prolongado por pedrero, accedí a un pequeño mallín de altura, ideal para descansar y recuperar un poco las fuerzas. Luego viene el ascenso por el filo del Cerro Bailey Willis. Por momentos no se ve el sendero y uno camina guiado por las manchas rojas y los mojones, entre lajas puntiagudas. Había unos cuantos manchones de nieve, que crucé con la ayuda de los bastones.

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Llegando a la Laguna Negra

Sobre el filo del Bailey Willis, el camino se bifurca: a la derecha la senda a Laguna CAB, a la izquierda la bajada a Laguna Negra. Mi objetivo por el momento era un descanso, así que descendí a la laguna. El último tramo tiene bastante aventura, con trepada de manos y cuerda inclusive.

Había  turistas hablando en todos los idiomas. Fácilmente uno se hace amigos en estos lugares y es una buena oportunidad para compartir las anécdotas recientes. Después de charlar y tener una buena cena, me fui a descansar para la subida siguiente.

Día 9: de Laguna Negra a Laguna CAB (7,8 km)

Me levanté tarde y disfruté un poco del lugar, mientras aprovechaba para cargar mis dispositivos electrónicos en el refugio. Un refugiero nos explicó a mi y a unos chicos, cómo emprender la Travesía de las Cinco Lagunas, por dónde descender, por dónde ascender, por dónde no había que meterse, por qué valles era fácil perderse; todas valiosas indicaciones, muy lindas en papel, pero fáciles de olvidar.

Un chico se había perdido en la montaña en aquellos días y todo el mundo lo andaba buscando (por suerte apareció, helicóptero mediante). Una historia similar le ocurrió a un señor que estuvo cinco días perdido en el mismo sendero. La travesía de las Cinco Lagunas es muy remota y la señalización desaparece con frecuencia. Por eso también es tan emocionante; merece pasión y respeto.

Desde lo alto del filo del Bailey Willis era posible visualizar todo el itinerario hasta la Laguna CAB. Luego de un descenso por pedrero, el camino atraviesa arroyos, cañaverales y troncos caídos. En un momento el sendero se fusiona con un enorme cohiue caído, rodeado de cañas, y hay que caminarlo a lo largo.

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Nunca falta el agua

La subida final a la Laguna CAB pasaba por un fenómeno natural que algunos llaman “toboganes”: grandes áreas de piedra sólida al descubierto, sobre la que caen arroyos de montaña. Ascendiendo por estos escenarios increíbles accedí a la laguna.

La laguna estaba muy crecida por el deshielo y había tapado la playa. No era posible bordearla, así que decidí cruzarla caminando antes de que me agarrara la noche.

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Vadeando la laguna CAB con las últimas horas del día

Del otro lado me dediqué a preparar la cena antes de ir a dormir. Los mosquitos estaban muy activos.

Día 10: de Laguna CAB a Laguna Ilón (17 km)

Al otro día temprano, emprendí la subida al cerro CAB. El sendero se perdía en un mallín, para retomar en ascenso por el cause de un arroyo seco. Me habían advertido que un sendero viejo conducía entre lenguero achaparrado, pero que había sido tapado por la vegetación, por lo que hay que estar atentos y evitarlo.

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Ni bien dejo atrás la laguna CAB ya empieza otra  subida

Desde el filo era posible ver el valle del arroyo Uhueco a la derecha, que conducía a una parte virgen e inaccesible del Nahuel Huapi, el Brazo Tristeza. Me advirtieron de no desviarme por aquel valle. Como si se tratara de las sirenas de la Odisea, la belleza del lugar era una trampa que había hecho perder a muchos caminantes.

Superado el Mallín de las Vueltas, empezó una de las mejores partes de toda la travesía: la subida por el Cerro de los Cristales. De nuevo tuve que pasar por gigantescos macizos de piedra, partes de pedrero y lajas puntiagudas.

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Subiendo el Cerro Los Cristales

Otra característica era el paso obligatorio por enorme planchones de nieve. Tenía que ir a paso lento, aferrándome bien a los bastones de trekking, con los que tanteaba primero la profundidad de la nieve, para luego enterrar los pies. A veces el bastón se hundía por completo y me veía obligado a buscar una vía alternativa.

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No hay que fiarse demasiado en las huellas. El sol puede convertir la nieve en una pista de jabón.

Superado el filo del cerro, se puede contemplar la laguna Creton, apacible y alejada de la civilización. Detrás de la laguna, una pared de piedra cae sobre la Laguna Azul, inaccesible desde esta vía.

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Laguna Creton. En la foto se ve la escalera de piedra maciza que conduce al siguiente paso.

Me detuve a descansar un rato junto a la laguna Creton. Mientras comía un aperitivo, aproveché para secar las medias al sol. Continué la subida por el paso que conduce al Mallín de Ricardo. En el medio me encontré escondida a la Laguna Jujuy.

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Laguna Jujuy, en un lugar oculto.

A esta altura las únicas guías eran algunas señales de pista hechas por la gente y los mojones de piedra. Nuevamente aparece el cerro Tronador, cada vez más imponente. La bajada por acarreo, conduce al Mallín de Ricardo, un área con pequeñas lagunas y pampitas, rodeado de lenguero achaparrado.

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El mallín con mejor vista del mundo

Aproximadamente una hora después del descenso desde el último filo, aparece la Laguna Ilón, oculta entre el bosque de lengas. Un paraíso perdido con playa y una vista increíble al Cerro Tronador.

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Acampando en Laguna Ilón

El pequeño refugio Papa Manuel estaba destruido. Me encontré con unos acampantes que venían del refugio Rocca. Ellos me informaron que el sendero al refugio era recomendable y estaba en buen estado. Dada esta nueva posibilidad, cambié los planes y la incorporé para el día siguiente.

Día 11: de Laguna Ilón a Refugio Rocca (14 km)

Desde la playa de la laguna Ilón se accede a un sendero que se bifurca: un lado nos conduce a Pampa Linda, el otro al Refugio Rocca. La senda estaba muy bien señalizada, con marcas celestes que recuerdan a la Huella Andina.

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Sendero al Refugio Rocca.

El sendero no figura en los mapas. Era una antigua ruta abandonada, conocida como el “Paso de La Marca”. Dada su restauración reciente, el sendero ahora está en excelente estado. Tiene dos momentos de ascenso pronunciado, donde supera el límite de la vegetación.

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Subidas por el Paso de la Marca

Un detalle no menor de aquella jornada: fue el día con mayor cantidad de tábanos de toda la travesía. Con esto aprendí que hay días especiales con super población de este insecto. De esta experiencia desagradable pude extraer varias conclusiones:

  1. Los tábanos son criaturas que te siguen. Son casi siempre los mismos, que nunca te abandonan. Te siguen kilómetros y kilómetros.
  2. Habitan en las zonas húmedas, por ejemplo, los mallines. Hay que identificar dónde están y dónde no. En otras palabras: dónde te empiezan a seguir.
  3. Arriba del límite de vegetación, en las zonas de pedrero o macizos, donde pega el viento, no habitan los tábanos. Si los hay, es porque te venían siguiendo. Entonces es una gran oportunidad para matarlos uno por uno.
  4. Hay una forma de dejar atrás los tábanos: hay que internarse en el bosque de lengas achaparradas (cuanto más cerrado mejor) y empezar a correr. Así los tábanos quedan atrás entre las ramas. Funciona, pero es agotador.
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Vista al Cerro Tronador desde el Paso de la Marca

Dejando de lado la anécdota de los insufribles tábanos, todo este sendero es de gran belleza. Lo más espectacular es descubrir con cada ascenso el Cerro Tronador y sus glaciares, cada vez más de cerca.

Tras pasar por un mallín y hacer la típica subida en caracol, se accede al Refugio Rocca. El refugio es bastante elegante y moderno. Como de costumbre, armé la carpa, pero disfruté de unas buenas charlas con los refugieros. Ni bien llegué me ofrecieron mate y me convidaron galletitas, cosa que suma muchas estrellas al “rating”.

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Vista del Lago Frías desde el Paso de las Nubes

Desde el área en la que está emplazado el refugio se puede acceder a las cascadas que caen del Tronador. En otra dirección está el valle que conduce al Lago Frías. Un excelente punto para finalizar la jornada, ideal para disfrutar de un atardecer en el Paso de las Nubes.

Día 12: del Refugio Rocca a Pampa Linda, pasando por el Refugio Otto Meilling (31,4 km)

NOTA: el sendero sin desviarse al refufio Otto Meilling tiene una extensión de 14,3 km.

Ya que estaba cerca decidí hacer un desvío hasta el Refugio Otto Meiling, en lugar de bajar directo a Pampa Linda. Salí temprano por la senda que bordea el Río Alerce. El sendero pasa por bosque muy tupido, pantanos y tramos de cañaveral. Prestaba atención para lograr observar algún alerce en el bosque de enfrente. Son árboles rarísimos y siempre están en zonas difícil acceso.

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Bosque con algunos alerces

El agua del Río Alerce era “lechosa”, con sedimentación que le daba un color celeste. Esto es característicos de los ríos que se alimentan de glaciares.

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Trucha saltando en el río Alerce

Luego del desvío al Otto Meiling comenzaba un largo ascenso hasta la base del Cerro Tronador. La subida de varias horas hasta el lenguero achaparrado, iba por una huella vehicular, sin nada especial. Luego viene el “caracol”, bastante más demandante. Superado el límite de vegetación todo se transforma: parece como si de pronto uno estuviera caminando sobre otro plantea, en medio de un inmenso pedrero volcánico, con los glaciares del Tronador al fondo del escenario. El viento helado obliga a abrigarse. El sendero pasa bordeando un precipicio abrupto.

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Subiendo por el pedrero volcánico hacia la base del Cerro Tronador

El ascenso final fue una de las mejores experiencias de toda la travesía. Debo mencionar, para quienes no conocen, que el Cerro Tronador es un volcán inactivo por los glaciares que cubren el cráter.

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Tramos de nieve que añaden dosis de aventura

El refugio Otto Meiling es totalmente diferente al resto. Su estructura metálica, carcomida y despintada, resiste a los climas más extremos. Durante el invierno, el refugio queda totalmente sepultado bajo la nieve.

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Llegando al Refugio Otto Meilling

El desvío valió la pena. Pude descansar una hora, mientras disfrutaba de la vista a los glaciares del Cerro Tronador. Se podía oír las cascadas lejanas que brotaban del hielo y se estrellaban contra el fondo del precipicio.

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Descanso en la base del Tronador

Bajé en el mismo día a Pampa Linda. Prácticamente al trote, llegué justo a las 21 hs, antes de que cayera la noche. Siempre que puedo hago el registro de trekking, así que ni bien llegué di aviso a la seccional de guardaparque.

Una ducha caliente y una hamburguesa en el camping  CAB fueron mi recompensa al final de esta jornada agotadora.

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No hay que sufrir en las vacaciones

Día 13: descanso (0 km)

Al día siguiente no hice nada, salvo comprar comida. Pampa Linda no es un lugar atractivo en sí, sino un punto de partida para distintas excursiones. Así que me dediqué a lavar la ropa, descansar, tomar mate y entablar conversación con otros seres humanos. Cuesta estar quieto cuando uno se acostumbra a caminar las 24 hs del día.

A pocos kilómetros, un sendero de montaña conducía al límite con Chile. Me esperaba al día siguiente el temible Paso de los Vuriloches.

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2 Comments

  1. Alex Outeiral

    Muy buena descripción! Fue mi primer gran trekking alla por 1987 y uno de mis favoritos desde ese entonces! Varias de las pircas que levantamos aquella vez siguen en pié, marcando el que creíamos era el camino!!

  2. Pingback: Vuelta del Zorro: Tercera Parte – Homo Theoreticus

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