Reseña del Sendero Gran Patagonia (1° Parte)
Reseña del Sendero Gran Patagonia (1° Parte)

Reseña del Sendero Gran Patagonia (1° Parte)

Reseña de mis experiencias iniciales en el Sendero Gran Patagonia, a través de las secciones 1 a 4. Como síntesis de los primeros kilómetros de caminata, puedo decir que fueron bastante demandantes de entrada, con mucho desnivel, tramos extensos, poca agua, mucho sol y, sobre todo, soledad. Como positivo, puedo decir que disfruté mucho los paisajes de altura, los contrastes de vegetación y la sensación de libertad.

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Introducción

Caminar senderos de largo recorrido es una experiencia única y apasionante, muy distinta de las salidas típicas de fin de semana. Las travesías comunes, suelen ser viajes de ida y vuelta. En cambio, un sendero de largo recorrido es un viaje de ida, en una sola dirección. Las distancias son más largas, y por lo tanto llevan días, semanas o tal vez meses. La inmersión en la naturaleza es, por lo tanto, mucho más profunda. Prácticamente se entra en una nueva forma de vida: el cuerpo se fortalece, la menta se sosiega, crece el temple y se aprende a disfrutar mejor cada instante.

Dentro de esta categoría entra el Sendero Gran Patagonia (famosas siglas en inglés “GPT”), que comprende 40 secciones, uniendo Santiago de Chile con El Chaltén en una extensión de aproximadamente 3000 km (ir a descripción general). La ruta consiste en senderos, picadas de animales, campo traviesa, arbustos, huellas de auto y ríos sin puentes, en paisajes desde desérticos hasta selváticos. Para recorrerlo se requiere contar con un GPS y tener conocimientos de orientación y navegación, ya que el camino no está señalizado. Las distancias entre cada sección son largas y casi no hay señal de celular, por lo que hay que saber actuar ante un posible imprevisto. Todo esto representa un gran desafío, a la vez que un atractivo para el amante de la aventura.

Yo venía pensando en recorrer el Sendero Gran Patagonia desde hace más de un año. Supe de su existencia por la página de Wikiexplora y de inmediato quedé fascinado por la amplitud del recorrido. Me contacté con el creador, Jan Dudeck, quien me proporcionó los tracks de GPS y un manual indispensable.

El GPS es obligatorio, ya que la ruta no está señalizada.

Mi plan fue caminar el Sendero Gran Patagonia a través de los 3000 km de ruta regular entre Santiago de Chile y el Chaltén. Para eso necesitaría dedicarle dos temporadas completas, o tal vez más. Fue así que, tras una larga preparación, me lancé a la aventura.

En Diciembre de 2018 viajé en avión a Santiago de Chile. Una vez allí obtuve cambio en pesos chilenos, compré víveres para 7 días en el supermercado y tomé el metro hasta Puente Alto, lugar donde comienza la primera sección.

Localidad de Puente Alto, en las inmediaciones de Santiago.

Reseña de las secciones 1 a 4 (324,5 km)

(Los marcadores en rojo son los lugares donde pasé la noche)
Ascenso = 16271 m. Descenso = 16185 m.
Altitud máxima = 3285 msnm. Altitud mínima = 469 msnm

Sección 1: “Cerro Purgatorio”

Día 1 (32,4 km)

Dormí en un alojamiento para poder salir a caminar temprano. De allí tomé un taxi para iniciar la caminata en las afueras de la ciudad. Quise seguir la ruta regular, que en el GPS aparecía marcada con línea negra gruesa, pero una tranquera me obligó a pegar un rodeo y seguir por un camino alternativo. Los primeros kilómetros son en una huella vehicular no transitada, bajo la sombra agradable de algunos árboles.

Puente que da inicio al GPT, a metros del Río Maipo. A la derecha hay una capilla.

A medida que la huella vehicular asciende, me encuentro sin reparo bajo los rayos del sol. Pasan las horas y va subiendo la temperatura. Por suerte el clima seco y el aire que circula en la altura hacen agradable la caminata. Me entretengo observando los cactus gigantes.

Cáctus gigante camino al Cerro Purgatorio.

La huella asciende de manera gradual en forma paralela a un arroyo hasta sus nacientes. Cada tanto me volteo para observar alejarse la ciudad de Santiago.

Dejando atrás la ciudad de Santiago

Luego de varias horas de caminata el camino sube abruptamente. Justo antes hay un bosque con sombra y un arroyo de agua cristalina, lugar óptimo para el descanso. Cargo agua y me preparo para la subida. Lo que sigue a continuación es bastante empinado hasta acceder a un paso de 2230 msnm. En mi primer día de caminata tengo la dicha descubrir la imponente cordillera de los Andes, que marca el límite con Argentina. A lo lejos se ven varias cumbres llamativas, probablemente el cerro Tupungato y el Marmolejo. Sigue un rato la caminata por meseta.

A continuación desciendo al Cajón del Maipo. Empieza a reaparecer la vegetación y algunas partes de bosque con sombra. La mala noticia es que las últimas dos fuentes de agua que figuran en el GPS son de muy mala calidad. Por tal motivo, decido no tomar el agua y seguir de un tirón hasta el valle.

Ya son casi las 20 hs. El camino vehicular se hace cada vez más transitable y me conduce hasta el cruce con la ruta. El final de la sección es en la localidad de El Melocotón, pero como llevo provisiones suficientes no necesito desviarme. En su lugar continuo hasta la Reserva Coyanco, desde donde arranca la sección 2 del GPT. Tras un breve descanso con cena incluida, armo la carpa debajo de unos árboles. Cerca corre el Estero Coyanco.

Sección 2: “Mina el Teniente”

Primer error del GPT: arranqué haciendo demasiado esfuerzo. Hice 32 km, lo cual no es poco para un ascenso de 1600 metros. Si uno planea hacer una travesía de larga recorrido, debe empezar de a poco y aumentar la exigencia diaria a medida que el cuerpo se acostumbra y se fortalece. Mi plan original era acampar en la mitad de la primera sección, pero al no tener agua seguí hasta el final. El entusiasmo psicológico también engaña, pero la biología pasa factura. Al día siguiente, me obligué a descansar bastante y a disminuir el ritmo de caminata.

Día 2 (18,2 km)

Descansé hasta el mediodía. Me tomé un desayuno super abundante, con huevos y todo. Mientras, conversaba y tomaba mate con la familia Fernández León, los cuidadores de la reserva. Les conté mis planes y se quedaron sorprendidos: muy pocos transitaban esa zona y me advirtieron que estaría totalmente solo.

Valle del Estero Coyanco

Después del mediodía me dediqué a caminar hacia las nacientes del Estero. Un sendero bien marcado me condujo faldeando un cerro por la margen izquierda. El camino pasa por bosque y hay buena sombra. Lo difícil fue conseguir agua en la altura, porque la mayoría de los arroyos estaban secos. Me crucé con varias cuevas (¿posible hogar de algún puma?).

Al atardecer, descendí hasta un arroyo que confluía con el Estero. La calidad del agua era muy buena. Pasé un rato descansando sobre enormes piedras, disfrutando del cambio en el canto de los pájaros al atardecer. En un tupido bosque armé la carpa y me preparé para el descanso. Por mi cabeza pasaba la inquietud de que un puma saliera al encuentro…

Acampando bajo los árboles. La puerta abierta permite que corra aire y no condense

Día 3 (16 km)

Al día siguiente el sendero subía y desaparecía frente a un ciprés caído. Tuve que luchar con los arbustos para poder seguir. Más adelante se podía ver una antigua huella hundida, pero muy tapada por la maleza. En un momento decidí cortar camino y subir directamente por encima del nivel de la vegetación. Fue una parte dura; me habrá llevado aproximadamente 1 hora. Una vez arriba, el sendero reapareció y fue fácil continuar. Me deslumbró la vista al valle del Estero Coyanco y al fondo, la Cordillera de los Andes.

Vista hacia el valle del Estero Coyanco; al fondo la Cordilera de los Andes.

A lo largo del día, el sendero vuelve a cruzarse con el estero. Lo vadeo un par de veces. Lamentablemente ocurrió lo indeseado: saqué ampollas y mucho más pronto de lo que imaginaba. Fue la caminata abrupta del primer día y luego el calor, la tierra del camino, en fin, el sobre esfuerzo inicial. Pero la belleza del paisaje todo lo compensa. Nada más agradable que mojar los pies en el estero o sentarme a vaciar la comida de la mochila.

Improvisando comidas calóricas

Pude disfrutar de un baño de agua helada en los piletones del Estero Coyanco. Era un lugar totalmente remoto. A veces me cruzaba algunas vacas que huían de mi presencia.

Estero Coyanco cerca de sus nacientes

En determinado momento se deja atrás el estero y empieza el ascenso de nuevo. Me crucé varias cuevas. Probablemente las usan los arrieros en caso de tormenta.

¿Refugio de arrieros o de fieras salvajes?

Llegué a una zona de veraneada. Una vez que encontré una fuente de agua confiable armé campamento. El lugar era especial, tenía una vista imponente y soplaba el aire fresco del atardecer. Había rastros humanos: una pequeña ermita sobre un montículo de piedras, alambre atado para sostener algún toldo, una olla tirada.

Acampando en el límite de la Región Metropolitana con la Región O’ Higgins

Día 4 (37,4 km)

El día siguiente fue el más demandante y a la vez el más espectacular de toda la sección. Empezaba a internarme en la Región del Libertador O’ Higgins. Gané pronto mucha altura, llegando a los 3285 msnm. Pude tocar la nieve y caminar sobre terreno rocoso. Abundaban pequeños arroyos de deshielo que se acumulaban en mallines.

Cajón de montañas a 3000 msnm

En los mallines había algunas vacas veraneando. En los puntos más elevados la vista era impresionante. Se perdían las montañas lejanas en el horizonte celeste. Fue el punto más alto de todo el GPT. El viento soplaba con fuerza y caía la temperatura.

Vista panorámica desde el punto más alto de la sección

Al final, el sendero va siguiendo el filo de un cordón montañoso. Temí que lloviera, pero las nubes no pasaron de ser un susto. La sensación de soledad allá arriba fue realmente tremenda.

En determinado momento el sendero confluye con una huella vehicular. Empieza el largo descenso en un paisaje totalmente árido y rocoso. Tras un par de horas de caminata con mucho viento, empieza la vegetación. Ya estoy en la zona de la Mina El Teniente.

Camino vehicular interno de la Mina El Teniente

Acampé al costado de un puente, a metros del Estero Codegua. Esa fue la última fuente de agua potable de toda la sección. El terreno con piedras me impidió clavar las estacas, por lo que tuve que armar la carpa sosteniendo los vientos con piedras.

Día 5 (23,8 km) y 6 (descanso)

Al día siguiente continué la caminata un par de horas. La fuente de agua más próxima que figuraba en el GPS resultó estar seca. Tras caminar aproximadamente 15 km pasé por un puesto de la mina. Allí me detuvieron y me explicaron que el paso no estaba permitido, así que me condujeron en camioneta hasta la entrada de la mina. Así terminé los últimos kilómetros de la sección. Los empleados se portaron muy bien conmigo, hasta me ofrecieron comida y agua. Caminé desde El Maitén hasta la localidad de Coya.

A esa altura estaba muy cansado. En Coya dormí en un hostel que pude disfrutar con exclusividad, porque todavía no era temporada alta. Necesitaba reponer energías y curar las ampollas, así que decidí descansar una noche más.

Localidad de Coya (3.000 habitantes)

Una vez en Coya el objetivo pronto fue comer bien, descansar y dar señales de vida a mi familia. Me di cuenta que era difícil conseguir lugares con wifi, así que compré un chip de celular de Chile.

Aprendí algo muy valioso de las primeras secciones: los peligros del sol. Tanto calor y actividad física invitaban a andar en manga corta y pantalón corto. Grave error. Terminé con unas buenas quemaduras que me molestaron durante días, sobre todo al dormir. Como lección, empecé a aprovechar al máximo la camisa manga larga con el cuello hasta la pera, pasé a usar pantalón largo a pesar del calor y compré pantalla solar. Sin embargo, las quemaduras en las manos fueron una constante de todo el GPT.

Sección 3: “Ríos Claros”

Día 7 (33 km)

Renovadas las energías, salí a caminar en dirección a las Termas de Cauquenes. Caminé en un agradable sendero por bosque hasta llegar a un hotel. Pregunté por el camino y me indicaron que tomara una huella vehicular que subía hasta el camping Los Huinganes. A partir del camping comenzaba un árido y polvoriento sendero en medio de un agradable bosque que pronto se encontraría con un río.

Ascendiendo por el sendero del “Peumo Llorón”

El sendero está bien pisoteado y es fácil de seguir. En un momento en medio del bosque encontré un antiguo y llamativo corral de piedras.

Corral de piedras semi-derrumbado

Tras vadear el río me crucé con un grupo de caminantes. Regresaban de una travesía con sus cañas de pescar y equipo de acampe.

“Casa de piedra”, refugio natural escogido por algunos excursionistas.

Cerca del final del valle, armé campamento. Caída la tarde, apareció una vaca bien flaca. Le combiné avena y se quedó cerca mío, mirándome. Seguramente estaba perdida la pobre.

Vaca en estado deportivo por la montaña.

Día 8 (32,2 de Diciembre) y 9 (descanso)

Al día siguiente me esperaba un paso de montaña. No presentaba mucha pendiente. La dificultad estuvo en que el sendero arriba no tiene mantenimiento. Había marcas de ganado, pero la vegetación estaba muy crecida.

A lo lejos se ve el paso montañoso (2.000 msnm)

La parte más difícil fue del otro lado. Al descender del paso, el sendero se perdía y tuve que luchar con la maleza. Aquí el GPS fue clave para no perder el rumbo.

Vista hacia el otro lado del paso.

Tras luchar aproximadamente media hora con los arbustos, me reencontré con un sendero bien marcado. Cruzando un arroyo, las pisadas indicaban uso frecuente. El sendero resultó ser de una belleza singular, con agradable bosque y piletones ideales para bañarse.

En un momento me encontré dos caballos atados y elementos de acampe. Como si se tratara de un espejismo, había un barril con agua fría, cervezas y gaseosas helados sumergidas en el interior. Pensé que si aparecían los dueños, tal vez me invitaran a tomar algo… así que pegué un par de llamados. Pero no encontré a nadie y seguí caminando.

Huella vehicular

Finalmente llegué al Río Claro y quise vadearlo, pero era imposible. Venía con mucha corriente. Eran las 18 hs aproximadamente. Decido entonces tomar una ruta alternativa que me conduce a un puente, para lo cual tengo que retroceder y seguir faldeando el cerro una hora más. Pronto el sendero se transforma en una huella vehicular. Para cruzar el puente tuve que pasar por propiedad privada y solicitar permiso.

Puente para cruzar el Río Claro

Una vez en la ruta, hice dedo hasta la localidad más cercana, El Rengo. Fue inmediato. Mi prioridad era llegar a la ciudad para saludar a mi familia en Noche Buena. Al día siguiente, descansé y compré víveres para los próximos 5 días de caminata.

Día 10 (32,6 km)

Tomé un remis desde El Rengo hasta la entrada del camino a la Laguna Los Cristales, cerca de donde había dejado la caminata. El vehículo llegó hasta donde pudo y a partir de allí comencé a caminar. Era una agradable y fresca mañana. En un momento, el sendero se apartaba del camino principal y subía por la derecha, ascendiendo rápidamente. Tras caminar un par de horas por bosque, llegué a un paisaje árido sin árboles. Un corral de ovejas en la altura llamó mi atención. El sol brillaba sin piedad y había poca agua. Era un camino polvoriento, con arbustos espinosos y abrojos.

Corral de altura cerca de un paso de montaña

Me costó seguir el sendero, porque las huellas se confundían entre los arbustos. Era una zona muy pisoteada por el ganado. Hay un primer paso a los 1780 msnm. A partir de allí, el sendero va siguiendo un filo en la altura. Pude ver las montañas desvanecerse en una bruma celeste en el horizonte. Este fenómeno natural es característico de las primeras secciones.

Las montañas se confunden con el horizonte

El sendero zigzaguea entre grandes rocas. Va siguiendo el filo de la montaña. Las vistas son incomparables. Sin duda uno de los momentos más bellos de toda la sección.

Sendero por el filo.

Tras llegar al segundo paso a 2020 msnm, se descubre un paisaje oculto: aparece un bosque oscuro que cubre las laderas de los cerros.

Paisaje oculto del otro lado del paso (2020 msnm)

A partir del descenso, el sendero se interna en un santuario de enormes cohiues, árboles que normalmente se encuentran más al sur. Por un fenómeno atípico crecen en este micro clima aislado de la Región de O’Higgins.

Bosque de cohiues gigantes en un micro clima atípico

En el valle abundan los arroyos con agua cristalina. La sombra de los árboles y el correr del agua, hacen del descenso un deleite. La tierra es negra, blanda. El sendero está bien mantenido, es imposible perderse.

Agradable sendero sobre tierra blanda, descendiendo al valle de Aguas Buenas

En determinado momento el sendero se convierte en una huella vehicular. Camino hasta un punto llamado “Los Alpes”, donde aparecen algunas casas. Lo primero que hago es llamar al dueño y pido permiso para acampar. Me recibe amablemente el Sr. Sergio, antiguo poblador de la zona. Tuve la suerte de poder tomar té y conversar junto a su familia. Aquel día aprendí sobre la vida de campo, las actividades de los arrieros y sobre los pumas salvajes.

Día 11 (38,6 de Diciembre)

El día siguiente fue monótono, todo caminata por ruta asfaltada. Se trata de un tramo de conexión hasta la entrada a la Reserva Alto Huemul. A lo largo del día, pasé por varias comunidades rurales. Es una zona de grandes plantaciones agrícolas. Paré a desayunar en “Lo de Mircia”, un local particular, donde me dieron algunas recomendaciones, por ejemplo, evitar los caminos de tierra que pasaban por propiedad privada. Por tal motivo tomé una ruta más larga de la planeada. También me indicaron que podía acampar en “El Burro”, una casa particular con terreno. Así que al llegar la tarde, me permitieron armar allí la carpa.

Caminata por asfalto en Aguas Buenas

Sección 4: “Alto Huemul”

Día 12 (28,3 km)

Un camino de tierra conduce a la entrada del Santuario de la Naturaleza Alto Huemul. Una vez allí, tuve que pagar entrada. En la reserva hay varias opciones para recorrer y acampar.

En determinado momento el camino de auto se vuelve intransitable y se convierte en un sendero, a medida que va en ascenso. Predomina el bosque de cipreses. Pude notar que había rastros de bosque quemado, probablemente de unas dos o tres décadas atrás, todavía en recuperación. A lo lejos se podía contemplar la cordillera nevada.

Ascendiendo por un bosque de cipreses. Al fondo, la Cordillera

Todo este sendero es de una singular belleza. Al principio el suelo es muy árido y polvoriento. Dado que el camino es ancho, los árboles no alcanzan a dar suficiente sombra.

Un nuevo acompañante

Otra característica de la sección es la erosión del camino, que parece una canaleta, probablemente por efecto de las lluvias. La tierra es colorada, contrastando bellamente con el tinte celeste de la distancia. Ya bastante más arriba, el bosque se pone denso y aparecen los arroyos de montaña.

Sendero erosionado bajo los rayos del sol

Tras un ascenso abrupto y muy demandante, se supera el límite de vegetación. Aquí el sendero empieza ascender más gradualmente. Hay varias ovejas pastando.

Superado el límite de vegetación el ascenso es más moderado, con vistas espectaculares

Al final del día me crucé con un grupo de europeos que hacían una travesía a caballo. Me sorprendió que los guiaba un niño chileno con sombrero guaso. Lo felicité. Atrás de todo apareció el padre, cuidando la mula con el equipaje. Ya al finalizar la tarde llegué a la Laguna Guzmán, escondida entre gigantescas paredes de piedra. Ya empezaba a sentirse el frío, así que armé la carpa y me metí a dormir.

Acampando junto a la Laguna Guzmán (2.325 msnm)

Día 13 (26,6 km)

La caminata del día siguiente estuvo tan buena como la anterior. Ya sin sendero, sin vegetación y con planchones de nieve, hay que continuar por acarreo hasta el filo de la montaña. El punto más alto son los 2500 msnm, con vistas impresionantes a la Cordillera de los Andes. Aquí la vista panorámica fue de las más hermosas de todo el GPT.

Vista panorámica en el punto más alto de la sección (2500 msnm)

Del otro lado del filo, había una segunda laguna con caballos pastando. Mientras descendía me sorpendió un elemento distinto del paisaje: había una nube de humo alrededor del cordón montañoso de enfrente. Al día siguiente pude confirmar mis sospechas: se trataba de un volcán en actividad. Mi temor era que tuviera que suspender la siguiente sección por alerta volcánica, cosa que efectivamente ocurrió.

Primer avistaje del volcán Planchón Peteroa en actividad

Con la segunda laguna dejé atrás la Región O’ Higgins e ingresé a la Región del Maule. Después de una bajada abrupta en zigzag, el sendero se interna en un agradable bosque con tierra blanda y negra.

Agradable bosque en bajada

El sendero se encuentra con el arroyo Los Pejerreyes y lo va siguiendo a lo largo del valle. Todo el tramo final es muy agradable y hay bellos sitios para armar campamento.

Una lagartija en el camino

Como de costumbre, el sendero termina confluyendo con camino vehicular. A las 18 hs llego a la pequeña localidad de Los Queñes, fin de la sección 4. Pasé la noche en el alojamiento de Andrés. Allí me dediqué a lavar ropa, descansar los pies y comer bien. Me hice algunos amigos, a la vez que aprendí algunos secretos de la cocina chilena.

Localidad de Los Queñes, Región del Maule

Día 14 (conexión)

Al día siguiente estaba listo para empezar la sección n° 5. Como de costumbre, me preocupé por notificar a la gente del lugar sobre mis planes. Pasé por la oficina de Carabineros. Lamentablemente, mi temor se hizo realidad: el camino estaba cerrado debido a la actividad del volcán Planchón Peteroa. Insistí un poco inútilmente (¡qué terco!); el volcán se encontraba humeando y en alerta amarilla.

Inmediatamente adapté mis planes. Tendría que saltearme la sección 5 y dirigirme al comienzo de la sección 6. Tomé el micro que salía temprano a Curicó y desde allí otro micro hasta Molina. Eran las 17 hs y necesitaba una conexión más para llegar hasta Puente Inglés, pero no había micro a esa hora. Ocurrió que en la terminal había un grupo de mochileros que iban al mismo lugar que yo. Conversamos y surgió la idea de pagar una camioneta juntos, ya que viajábamos para el mismo lado. Así continuó la travesía y de paso me hice un grupo de amigos, con quienes compartí campamento los próximos días.

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