Reseña del Sendero Gran Patagonia (3° parte)
Reseña del Sendero Gran Patagonia (3° parte)

Reseña del Sendero Gran Patagonia (3° parte)

Reseña de mi paso por las secciones 9 a 13 del Sendero Gran Patagonia, entre el Parque Nacional Laguna de la Laja y la Laguna Icalma. El elemento que brilló en estos días fue, sin duda, el intercambio cultural con los pobladores. En lo que respecta al paisaje, se destacaron los imponentes bosques de araucarias en los cerros de precordillera.

Secciones 9 a 13 (309,8 km)

Ascenso = 13.818 m. Descenso = 13.485 m.
Altitud máxima = 2.198 m. Altitud mínima = 901 m.

Sección n° 9: “Volcán Antuco”

Día 33 (22,6 km)

Por la mañana me doy una buena ducha con agua caliente en el camping de la CONAF. Lavo la ropa y me quedo compartiendo el desayuno con Bernabé, Fernando y Martín. Después de una buena charla con mate, salgo a continuar con mi travesía.

El sendero está perfectamente señalizado. Tiene un ascenso en zigzag de unos 500 metros. El suelo es árido, con arbustos y algunos cipreses.

Entrada al sendero que conduce a la Sierra Velluda

Después de la subida ingreso a una gran meseta al pie de la Sierra Veluda. El suelo está cubierto piedras quebradas de lava petrificada. Del glaciar que corona la Sierra, brotan hilos de agua que caen en forma de cascadas. Hay arroyos de color lechoso a lo largo del valle, con sedimento volcánico no apto para beber.

Meseta con roca volcánica al pie de la Sierra Velluda

A partir de allí termina el sendero. Empieza una subida gradual por ceniza, hasta llegar al portezuelo entre el Volcán Antuco con la Sierra Velluda.

Paso entre el Volcán Antuco y la Sierra Nevada

El paso tiene planchones de nieve, así que tengo que pegar un rodeo para continuar. Desde allí se desciende a un valle de cenizas por donde fluye el Estero El Aguada, hasta el lecho seco de la cabecera sur de la Laguna de la Laja.

Había nieve en la parte más alta del paso

Hace más de diez años, hubo una tragedia en este lugar, cuando varios jóvenes que hacían el servicio militar, murieron bajo una tormenta de nieve.

Vista por el valle del Estero El Aguada hasta el lecho seco de la Laguna de la Laja

Cruzo la ruta y, ya sin sendero, me interno en el lecho seco de la Laguna de La Laja. Me preocupa el viento, así que voy pensando en un lugar reparado para armar la carpa. Como último esfuerzo del día, vadeo un arroyo caudaloso. Detrás de un pequeño barranco, armo la carpa. El suelo arenoso hace vulnerables las estacas, por lo que tengo que reforzarlas con piedras.

Acampando sobre el lecho seco de la Laguna de la Laja

Día 34 (37,6 km)

Hasta el mediodía la caminata fue por paisaje desértico, con mucho viento. En determinado momento me subí a la ruta principal que conduce al paso fronterizo Pichachén. Llegué a un pequeño monumento de piedra conocido como Piedra del Indio. Según la creencia tradicional, al llegar a la Piedra del Indio hay que dar unas vueltas alrededor y dejar alguna ofrenda. Se dice que allí murió un indio después de haber enterrado un tesoro, aunque la historia varía según quien la cuente. De allí me desvié hacia el valle del Estero Trapa Trapa.

Piedra del Indio

Me dirijo hacia el fondo del valle, donde hay montañas y bosque. De a poco van apareciendo árboles y la huella de auto se transforma en un sendero ancho y pisoteado por ganado.

Una de las primeras araucarias

Me crucé con varios paisanos trabajando. Algunos cortaban leña, otros andaban a caballo recolectando el ganado. Me crucé con una mujer que estaba realizando tareas a caballo. Me dijo que venía del otro lado de la montaña, de la comunidad de Trapa Trapa.

Sendero ameno por el paso a Trapa Trapa

La caminata es suave, con ascenso gradual. El paso tiene unos 1855 m de altura máxima. Del otro lado se ingresa a un bosque de araucaria y lenga.

Las araucarias dan nombre a la región

La bajada es muy agradable por bosque. Me venía muy bien la sombra y los arroyos con agua fresca de la montaña. El final del sendero es bastante empinado, por lo que hay que tener precaución.

Sendero por bosque de lenga

En determinado momento, un claro me permite descubrir la localidad de Trapa Trapa. Está encerrada en un cajón de montañas. A lo lejos se ve el volcán Callaqui, de cumbre siempre nevada.

Localidad de Trapa Trapa encerrada en un cajón de montañas

El poblado pertenece a la comunidad pehuenche. No hay plaza, ni comercios, ni hoteles. Tiene una sola calle principal de tierra. Las casas tienen cabras, ovejas y patos. Buscando un almacén llego a “Provisiones Beti”, donde me recibe la familia de sus dueños: la Sra. Beti, Betsabé, Juan y Ezequiel. Después de comprar algunos víveres, me dieron permiso para acampar en el patio.

A la noche me quedé conversando con la familia, mientras aprendía un poco sobre la historia de aquellas tierras. También me enseñaron algunas palabras en lengua mapudungú, que según me explicaron, tiene varias dialectales según la comunidad.

Sección 10: “Laguna El Barco”

Día 35 (14,1 km)

Al día siguiente salí un poco tarde. En lo de Beti estaban haciendo chivito y no pude resistirme a probar un plato. Después de una excelente comida con proteínas y vitaminas naturales, me despedí al saludo de ¡marmai!

Disfrutando un chivito con ensalada y pan amasado

Continué mi travesía internándome a través de un sendero que se internaba en el bosque. Me crucé mucha gente aquel día, todos andando a caballo, yendo y viniendo de los puestos de veraneada en la montaña.

En determinado momento, veo que entre los arbustos sobresale un sombrero de ala ancha parecido al mío. Era una persona con bastones y tenía mochila, al igua que yo. “¡Por fin, otro mochilero!”, pensé. “Hola, ¿qué tal?, ¿usted es Christine, no?”. La reconocí porque había estado escribiendo en el grupo de Facebook del Sendero Gran Patagonia.

Encuentro con Christine Thuermer, una celebridad del senderismo

Christine es una celebridad del senderismo en Alemania. Escribió varios libros. Es famosa por pasar todo el año haciendo trekking a lo largo del mundo. Conversamos un rato largo y decidimos acampar en el mismo lugar. Christine maneja excelente el inglés y el español, así que no hubo problema para comunicarnos. Como era de esperarse, aproveché para hacerle varias preguntas sobre su experiencia. Fue la primera persona con la que me crucé que hacía el mismo itinerario que yo, solo que ella lo estaba haciendo en dirección sur-norte. También aprovechamos para intercambiar información sobre las dificultades del sendero. Encontrar a Christine fue una gran sorpresa y una grata compañía. Al día de hoy seguimos en contacto.

Día 36 (33,1 km)

Al día siguiente, me despedí y continué mi itinerario. El sendero sigue hasta el fondo de un largo valle con pampas de coirón, rodeado de montañas y bosques mayormente de lenga.

Sendero a lo largo del valle por pampa de coirones

Al final del valle se llega a un cajón con bosques de araucarias. Es el mediodía y paso por un puesto de madera. Sale un señor y me saluda. Era el sr. José, que estaba pasando el verano allá arriba con su familia. Lo acompañaba en aquel momento su madre, quien hablaba solo en mapudungú. Me invitaron a comer pan amasado y tomar unos mates. Yo compartí un salamín que traía conmigo, comida poco común en Chile. Después de charlar un buen rato, proseguí con mi caminata.

Don José y Juana en un puesto de veraneo de la comunidad pehuenche

A continuación venía una subida de aproximadamente 600 metros, por bosque de caña y lenga. Si bien la subida es abrupta, se disfruta mucho de la sombra y las vistas hacia el valle.

Sendero en subida a través de bosque de caña y lenga

Cuando llego arriba, el paisaje se transforma. Estoy en una gran meseta, caminando sobre rocas. Sobresalen las araucarias aisladas a lo ancho del paisaje. A lo lejos se ve la Cordillera.

Vista de la meseta en un paisaje de araucarias y cordillera

La huella se dispersa a menudo, por lo que tengo que estar atengo al GPS. En un momento tengo que zigzaguear por laberintos de lenga achaparrada. Hay sol sin reparo, pero el viento sopla con fuerza y hace la caminata agradable. A eso de las 16 hs, descubro la Laguna El Barco desde arriba, encerrada en un cajón de montañas y bosque de coigüe. A lo lejos se ve el Volcán Copahue, cuya cumbre marca el límite fronterizo con Argentina.

Laguna El Barco, escondida entre montañas, al pie del volcán Copahue

La bajada a la laguna es bastante empinada. Se ingreso a un bosque húmedo de gigantescos coigües. Hay un camping organizado de la comunidad pehuenche, con varias personas acampando. El viento sopla con fuerza en la playa, así que tengo que armar la carpa tierra adentro. Una familia de acampantes me invita a tomar mate y compartir el fogón. Fue una excelente jornada.

Día 37 (23,5 km)

Al día siguiente desayuné disfrutando la vista al lago y salí a caminar bien temprano. Ya había algunos pescadores tirando sus cañas

Laguna El Barco apacible por la mañana

La primera parte de la caminata transcurre en un sendero, para confluir con una huella vehicular no transitada. En determinado momento me cruce un cartel que indica “aquí la trinchera”. Años atrás, Argentina y Chile estuvieron al borde de la guerra. Por eso, en esta área se cavaron trincheras, de lo que ahora solo quedan zanjas tapadas por caña coligüe.

Cartel indicando una antigua trinchera cerca del límite con Argentina

El próximo objetivo era llegar a la población rural de Guallali. Hacía mucho calor y estaba cansado. Incluso me dolía un poco la cabeza.

Huella vehicular interna de la comunidad pehuenche en dirección a Guallali

Guallali es una población más pequeña que Trapa Trapa. Consiste en casas rurales dispersas. Me detuve en la oficina de Carabineros, donde me registré y me ofrecieron sentarme a descansar un rato. Aproveché para almorzar de mis provisiones. Estaba tan cansado que me quedé dormido sentado. Al rato el comisario me propuso parar en el alojamiento de Pedro, su hijo, que además contaba con proveeduría.

Salí afuera y tuve mi segundo encuentro con caminantes del GPT. Era una pareja de suizos, Beatriz y Martin, que venían del paso Moncol, con sus bastones y sus mochilas. Nos pusimos inmediatamente a conversar. Aproveché para preguntarles por el estado del sendero, ya que según información reciente que se había publicado en Internet, había habido un derrumbe. Me dijeron que no habían tenido inconveniente y me señalaron con el GPS por dónde podía cruzaron. Ellos tomarían el bus a Lonquimay bien temprano, para descansar y comprar víveres. Yo seguía mi travesía.

Sección 11: “Cerro Moncol”

Día 38 (27,1 km)

A la mañana aprovecho para comprar víveres en el almacén de Pedro. La verdad es que no hay mucha variedad, por lo que mi dieta va a sufrir un poco la falta de proteínas. Pero es suficiente para “picotear” en el día.

Comida en bolsas separadas para cada día

Después de una breve subida por huella vehicular menor, el sendero comienza un largo trecho a lo largo de un valle en dirección a la frontera.Son aproximadamente unos 20 kilómetros de caminata suave, entre cañas, lengas, araucarias y pampas de coirones.

Sendero polvoriento cerca del límite con Argentina

Me cruzo una sola persona en todo el día, es un joven arriero llevando ganado. Las araucarias son las protagonistas de toda la región. Estos árboles tienen un crecimiento muy lento, llegando a vivir más de mil años.

Escenario de araucarias a lo largo del valle

En determinado momento, desvío mi rumbo al sur y comienzo a subir por un valle de altura. Tengo que atravesar varios bosques de lenga, al costado de un pequeño arroyo. Al final de la jornada tengo una subida de unos 600 metros en forma de zigzag. Voy siempre por bosque, que se va transformando en lenga achaparrada a medida que gano altura.

La lenga va cambiando su fisonomía dependiendo de la altura y los nutrientes del suelo

Superado el límite del bosque, accedo a un cajón de montañas. En el lugar se respira una paz inigualable. Se escucha el agua caer por una cascada de deshielo y se oye el mugido con eco de unas vacas.

Cajón de montañas al finalizar el día

Sé que a esa altura durante la noche hará frío y tal vez haya escarcha. Por eso necesito reparo. Encuentro un pequeño hueco para mi carpa entre las lengas achaparradas y logro emplazar allí mi pequeña carpa. Lo malo es que tendré que dormir inclinado, pero no hay mejores opciones. Las ramas de estos árboles me permiten contener la humedad del ambiente. La tranquilidad que se disfruta allí arriba es incomparable.

Acampando entre las lengas achaparradas, que sirven como barreras a la humedad de la noche

Día 39 (19 km)

Salgo a caminar bien temprano para aprovechar el fresco de la mañana. Me dirijo hacia el paso el final del valle. Con la altura se siente cada vez más el viento.

Subida final por huella de animal

El paso se encuentra a unos 2200 msnm. Del otro lado, tengo una hermosa vista, con montañas que adquieren tintes anaranjado y colorado. De algunos lugares brotan bocanadas de vapor. A lo lejos, como de costumbre, está la cumbre nevada de un volcán.

Vista hacia el valle de Ranquil desde el Cordón del Cerro Moncol

El descenso de ese día fue bastante complicado. Esto se debía a que en la parte más alta no hay sendero. La ruta del GPS ofrecía varias alternativas, y básicamente hay que avanzar “a ojo”, según la intuición del caminante. En determinado momento, pude ver el área afectada por el derrumbe.

En el filo del cordón montañoso de enfrente pude ver el área afectada por el derrumbe

Seguí subiendo y bajando en aquel paisaje de montaña, siempre por altura. A veces tenía que usar las manos por el acarreo. Vi las aguas termales agrestes a la distancia, en forma de bocanadas de vapor, pero pasé de largo.

Aquel día sufrí un inconveniente no menor. A partir de las 11 hs aproximadamente, empezó una plaga de tábanos. En cada arroyo, en cada mallín, empezaban a seguirme decenas de ellos. Eran tan molestos para caminar que me hicieron tropezar dos veces. La única manera de deshacerme de ellos momentáneamente era subir a una punta sin vegetación y matarlos uno por uno, aunque al descender después se volvía a llenar. Una vez en el sendero, descubrí que si sacudía los bastones mientras caminaba, los tábanos nunca alcanzaban a picarme. Así seguí unos cuantos metros, apurando el paso todo lo posible. La velocidad también les dificulta seguirme.

Sendero en bajada hacia el valle de Ranquil, huyendo de los tábanos

Una vez dentro del límite de vegetación, empezó a soplar el viento y los tábanos se fueron yendo. La sombra de los árboles ayuda. Por tal motivo, la bajada final fue más agradable. A eso de las 17 hs llegué a un puesto de Carabineros.

Avanzada de carabineros en Ranquil

Me dijeron que tenía que registrarme. ¿”No vendrá usted sin papeles de Argentina, no?”, me preguntaban, ya que la frontera estaba a unos pocos kilómetros, “cada tanto pillamos a uno queriendo cruzar de manera ilegal”. Pese a este tipo de preguntas obligatorias, los carabineros fueron totalmente amigable. Me invitaron a sentarme y, sin preguntar, me sirvieron un plato de pollo. Inmediatamente siguió la pregunta: “¿toma chela?”, y me pusieron una lata de cerveza sobre la mesa.

Merendando pollo con los carabineros de la avanzada de Ranquil

Aquella tarde, los carabineros iban a comprar víveres a Lonquimay. Tuve la suerte de poder ir con ellos en auto para comprar algunos víveres y poder tirar más días en mi travesía.

Sección 12: “Río Rahue”

Día 40 (31,5 km)

Después de unos mates, me despido sumamente agradecido de los carabineros. A lo largo de la mañana asciendo por una huella bien marcada, entre coirones, arbustos y araucarias.

Huella de animal bien marcada a lo largo del valle

El sendero es largo y con buena sombra. Tengo que vadear una y otra vez el río Rahue. Alrededor del valle, las araucarias sobresalen erguidas sobre las murallas naturales de piedra.

Las araucarias crecen sobre las murallas naturales de piedra

A eso del mediodía llego a la Laguna Marinanqui. La rodeo por la margen este, a través de un bello sendero de bosque de lenga y caña.

Laguna Marinanqui

Superada la laguna hay una pequeña subida y el camino sigue todo el día por altura, en descendiendo gradualmente a través de bosque y pequeñas pampas de coirones. La huella está bien marcada por el tránsito de ganado, pero sin embargo, no hay una sola alma humana.

Paisaje de precordillera: sobresalen las formaciones rocosas y las araucarias

Al final del día, tengo que dejar la huella y caminar un poco por pampa de coirones. Llego a uno de los ríos que desembocan en el Lonquimay. Por lo que puedo ver, la huella resurge de la margen de enfrente, señal de que voy por buen camino. Decido armar la carpa bajo el reparo de unos árboles y me dispongo a descansar.

Día 41 (30,4 km)

Tuve bastante condensación a la noche, debido a la humedad del río y los altos pastos que me rodeaban. Cuelgo la carpa y la bolsa de dormir de unas ramas y mientras el sol hace su trabajo, me siento a disfrutar de un desayuno frío.

Desayunando leche con cereal en un bolsa ziploc

A eso de las 10 de la mañana, vadeo el río y me reencuentro con el sendero. Ando más o menos hora y media caminando por un sendero tranquilo de relativa altura.

En el paisaje sobresalen grandes barricadas de piedra con araucarias haciendo de centinela

En determinado momento, me cruzo con un arriero. Viene con sus perros y un pequeño rebaño de cabras. Mi llegada las asusta y se dispersan por el cerro. Nos saludamos y me indica por dónde tengo que continuar para acceder al siguiente valle.

La caminata asciende gradualmente faldeando el cerro a lo largo del valle

A partir de allí, tuve que iniciar un ascenso muy demandante, de unos 1000 metros sin sendero. Transpiré mucho. Las araucarias fueron mi compañía toda la subida. Una vez que pasé el área de lenga achaparrada, ingresé a una gran meseta árida, conocida como la Meseta de Malonehue. Entre las lagunas de altura, había una tropilla de caballos. El viento soplaba cada vez con mayor fuerza.

Dejando atrás la meseta de Malonehue y las lagunas Mellizas. Muy a lo lejos se ven los grandes volcanes.

Después de mucho esfuerzo, llegué a una cumbre de 2198 msnm. La vista era impresionante. A la distancia se podía ver una seguidilla de volcanes nevados, uno atrás de otro: el volcán Llaima, el Tierra Nevada, el Lonquimay, el Tolguaca, el Callaqui y el Copahue. Sigo caminando por el filo y desciendo por acarreo hasta un nuevo valle. En la bajada, puedo disfrutar de un hermoso bosque de lenga, coigüe y araucarias. El sendero se transforma en una huella vehicular hasta acceder a una zona de pampa.

Agradable bosque de araucaria y lenga en bajada

Saludo a unos pobladores que viven al costado del camino vehicular. Me detengo a descansar y comer un aperitivo. Decido hacer el último ascenso del día. Subo hasta otra meseta de altura, con un sendero polvoriento que zigzaguea entre la lenga achaparrada.

Sendero elevado entre pampa de coirones y lenga achaparrada

El último paso es relativamente sencillo, sin nada de acarreo, todo sendero y suelo firme. Del otro lado, ingreso a un estrecho camino de vaca por el bosque de lenga. Me cruzo numerosos rebaños de cabras y ovejas que descansan entre las piedras y los mallines de altura. Disfruto mucho caminar al atardecer, porque ya no hace tanto calor y tampoco hay insectos.

Última hora de caminata por bosque de lenga

A eso de las 19 horas me cruzo un hombre a caballo y lo saludo. Se llama Maximiliano Lagos. Inmediatamente, me invita a acampar cerca de su puesto, que está un poco más abajo. Me explica que está por terminar unas tareas arriba del cerro y luego va a regresar.

Todos los caminantes que hicieron el Sendero Gran Patagonia conocen a Maximiliano Lagos. Todos han pasado por su célebre puesto en el valle de araucarias. Cuando llego me recibe su hermana, que estaba de vacaciones con su sobrina. Nos quedamos hasta tarde conversando y tomando mate. Maximiliano me contó la historia de todos los caminantes que habían pasado por allí, empezando por Jan Dudeck, el creado del Sendero Gran Patagonia. Hace pocos años incluso se filmó allí un documental.

Maximiliano es un antiguo poblador de la zona. Pertenece a la comunidad local mapuche. Se crió y pasó su infancia entre los animales de campo. Hábil jinete, conoce los cerros a la perfección. Es un notable ejemplo de hospitalidad y le gusta mucho conversar con los viajeros.

Maximiliano Lagos en su puesto de veraneada

Día 42 (37,5 km)

Desde que salí de Santiago, en cada lugar que pasaba me contaron la historia de una mujer, apodada “la gringa”, que había decidido recorrer la Cordillera de Chile a caballo. Gracias a Maximiliano conocí el final de la historia. La joven, tras andar varios meses, terminó la travesía en el puesto, donde Maximiliano se dio que el animal necesitaba ver al veterinario. Me contó que en una oportunidad, sacrificó un chivito y lo hizo al asador para agasajar a unos caminantes, pero resultó que los visitantes eran vegetarianos.

Despedida de Maximiliano Lagos

El resto del día caminé por terreno abierto, entre pampas de coirones, subiendo y bajando por cerros de precordillera. Antes de llegar a la Laguna Escondida, me crucé un paisano a caballo, quien me dijo que se aproximaba un grupo de escoceses.

Laguna Escondida, entre lengas y mallines

En determinado momento, veo a lo lejos bajar de un cerro a un grupo de mochileros. Eran los escoceses. Me acerco a saludar y nos quedamos conversando un rato. Fue un agradable encuentro. Intercambiamos información valiosa sobre el estado del camino.

Grupo de escoceses que venían caminando el GPT desde hace 3 meses

Pasado el mediodía empieza a hacer mucho calor y reaparecen los tábanos. Se pusieron muy molestos cerca de la última laguna, en especial en los mallines. En consecuencia decido caminar rápido y mantenerme en zonas abiertas donde sople el viento.

Vista a la Laguna Verde

Los últimos kilómetros los pasé caminando por ruta vehicular, en descenso gradual hasta la localidad de Liucura. Fue una caminata larga y agotadora.

Descenso por camino vehicular hasta la localidad de Liucura

Sección 13: “Laguna Icalma”

Día 43 (33,4 km)

El día siguiente fue probablemente el menos atractivo de toda la travesía, pero sirvió como un descanso de tantas subidas y bajadas por la montaña. Comencé con un puente peatonal que cruza el Río Bío-Bío, en las afueras de Liucura. Del otro lado tuve que saltar un alambrado. Cada vez que se me presenta una situación similar, rápido trato de encontrar al dueño para solicitar permiso. En este caso, hablé con el encargado y pude seguir sin problema.

Cruzando el Río Bío Bío al comienzo de la sección 13

El camino asciendo por huella de auto en medio de una plantación de pinos. Hay vistas bellas hacia el paisaje de precordillera.

Huella vehicular en medio del bosque de pinos

Al este se encuentra muy cerca la frontera con Argentina. Estoy a la altura de Villa Pehuenia, donde había empezado la Huella Andina en 2017. Puedo ver al fondo el volcán Batea Mahuida, que se encuentra al pie del Lago Aluminé. Cruzar de un país a otro sería cuestión de minutos.

Al fondo se ve el Volcán Batea Mahuida, en la frontera con Argentina

En determinado momento, desciendo a un bosque de lengas y tengo que vadear el Río Bío-Bío. Me llevo una sorpresa, ya que viene con más caudal del que esperaba. Ya del otro lado, tengo un poco de campo traviesa hasta conectar con la ruta principal. Crucé con zapatillas puestas, pero en unos pocos minutos de caminata se secaron solas. Finalmente llego a la Laguna Icalma.

Llegando a la Laguna Icalma. Hay varios campings en los alrededores.

Después de andar por ruta vehicular un rato llego a la localidad homónima. Es un destino turístico muy concurrido, por lo que abundan autos y carpas por todos lados. Paso la noche en un camping cerca de la laguna, donde me pego una buena ducha y recobro fuerzas para el día siguiente.

En adelante, voy a dejar atrás el paisaje árido de precordillera para internarme internarme en los bosques de coigüe, que crecen a orillas de los ríos y lagos del sur.

Ir a la cuarta parte.

Volver a la Segunda Parte

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *