Reseña de mi paso por las secciones 14 a 19 del Sendero Gran Patagonia, entre la Laguna Icalma, en la Región de la Araucanía, y Anticura, en la Región del Lagos. Con esto termina mi caminata del verano 2018-2019. Como aspectos sobresalientes de esta parte, hay que mencionar la presencia de enormes coigües, la selva valdiviana, los bellos lagos y, especialmente, los paisajes volcánicos de altura.
Secciones 14 a 19 (428 km)
Ascenso= 17497 m. Descenso= 18143 m.
Altitud máxima= 1.785 msnm. Altitud mínima= 79 msnm.
Día 44 (34 km)
Me levanté temprano para desayunar mientras contemplaba la Laguna Icalma en su hora más apacible. Como de costumbre, desarmé mi carpa y guardé todos los elementos dentro de la mochila. Empezaba mi caminata hasta el próximo objetivo: la localidad de Reigolil.
En adelante, comienzan los bosques de coigüe, característicos por crecer en zonas húmedas, junto a ríos y lagos. Los paisajes por momentos son muy parecidos a la Patagonia Argentina, si bien en Chile se suele decir que la Patagonia está más al sur.
Después de caminar una hora por camino de auto, me desvío por una huella a la izquierda e ingreso en un pequeño sendero que transita entre araucarias.
El camino se irá haciendo cada vez más tupido, pasando entre arbustos y cañas coligües. Tengo que caminar sí o sí con pantalón largo, ya que la vegetación crecida genera mucho rose. Por un momento, me veo luchando contra la maleza, pero por suerte, hay un sendero visible. El sendero asciende hasta alcanzar los 1600 msnm y después viene el descenso. Cada tanto encuentro marcas rojas en los árboles. En determinado momento, llego a una huella vehicular en mal estado.
Paso el resto del día caminando por huella de auto, entre bosque predominante de lenga. Tengo que cruzar varias tranqueras. A lo lejos, me voy acercando al volcán Sullipulli. Estoy totalmente solo, ya que el camino está tapado por troncos caídos y no es una zona turística.
Al final del día llego a unas casas. Ya se acerca la noche y pido permiso para acampar. El dueño es el Sr. Jofre, quien me indica un lugar para armar la carpa debajo de un techo. Para mi sorpresa, me invita a utilizar unas aguas termales que tiene en el patio. Es tarde, así que apenas me mojo un poco antes que caiga el frío.
Día 45 (35,7 km)
Al día siguiente empecé a descubrir las particularidades climáticas de la región. El bosque se había cubierto de una neblina, como si estuviera dentro de una nube, que se desplazaba lentamente pero de forma notoria toda la mañana. Así un par de horas hasta desaparecer. La humedad en la noche es inevitable, aunque el reparo de los árboles ayuda.
El atractivo más grande del área, es sin duda subir a la cima del Volcán Sullipulli. Pero mi objetivo es distinto, y si me desvío mucho, corro el riesgo de no completar la travesía.
El resto de la sección transcurre por camino vehicular poco transitado dentro del Parque Nacional Villarica. Si se quiere acceder con auto, hay que vadear algunos ríos.
Después de alcanzar el punto más alto a 1400 msnm, empieza el descenso moderado hasta Reigolil. Es un pueblo pequeño, donde es posible comprar víveres. Paso la noche en el camping de Luis Zapala, con excelente atención.
Día 46 (45,9 km)
Al día siguiente me dirijo hacia el sendero que conduce a la Laguna Hualalafquén. Después de andar por camino secundario de auto, empieza el ascenso por una picada muy empinada en forma de zigzag.
Después de pasar por un bosque de lengas con poco sotobosque, entro a un área elevada, relativamente despejada, de araucarias.
La laguna está en un lugar privilegiado y distante. No hay un solo ser humano en el lugar. Decido descansar un rato y sentarme en unos troncos para merendar y disfrutar de la paz. El viento sopla con cada vez mayor fuerza.
Me encuentro muy cerca de la frontera con Argentina, a pocos kilómetros del Lago Quillén. Más cerca todavía está el Lago Hui Hui. En Reigolil consulté con los pobladores y me confirmaron la existencia de pasos para llegar a Argentina. Es fácil ver los campos abiertos a través de imágenes satelitales, que confirman el tránsito posible por este lugar.
Más adelante, ya pasando la laguna, encuentro otro sendero en dirección a Argentina. No me queda dudas de que se trata del Paso Internacional Añihueraqui, que hasta hace pocos años se encontraba habilitado. Hoy son pasos ilegales, que solo un baqueano puede llegar a identificar.
Camino varias horas más. Al final del día, el sendero se transforma en una huella vehicular. Ya con poca luz, acampo detrás de un alambrado, bajo el reparo de unos árboles.
Día 47 (10,9 km)
Después de una breve caminata de dos horas, llegué a la localidad de Curarrehue. Decidí que era un buen momento para descansar, bañarme, lavar la ropa, retirar efectivo y por supuesto, comprar víveres. Por suerte, todo esto era posible sin desviarme del camino.
Curarrehue tiene fuerte presencia de la comunidad mapuche. En el área de la plaza, hay paseos culturales y ferias con comidas autóctonas. Yo paré en el hostel «Lala», atendido por la propia dueña. Lo recomiendo por su comodidad y excelente atención.
Día 48 (21,5 km)
El día siguiente caminé mayormente por ruta vehicular. Una buena parte del camino era totalmente intransitado, por huellas secundarias rodeadas de bosque. Tuve que cruzar algunos alambrados para poder continuar.
Al atardecer, seguí caminando, siempre en dirección al volcán. Pasé por varias casas de campo a lo largo de la margen este del Estero Huililco. Al final del día llegué a una tranquera que indicaba «no pasar». Para los que deseen hacer la travesía, aquí deben pedir permiso a Miguel, o bien al encargado que esté en el lugar.
Pedí permiso antes de armar la carpa en el lugar. Me dijeron que si quería agua potable, que tomara directamente del estero. Pero el agua venía color gris, con mucho sedimento, algo que me generaba desconfianza. Miguel me explicó que el agua venía así por la ceniza del Volcán y que eso era bueno para la salud. Prueba de ello era que él la había tomado toda la vida y seguía vivo. No sé si me convenció mucho la explicación, pero no me quedaba alternativa.
Día 49 (46,6 km)
El día siguiente continué caminando un rato hasta el final de la huella vehicular. Se supone que tenía que abonar dinero al pasar por el Fundo Hirinlilco, pero no encontré a nadie.
A continuación se sube entre bosque de lenga, por un sendero bien marcado. El área pertenece a partir de aquí al Parque Nacional Villarica.
Viene una de mis partes favoritas del trekking: superar el límite de vegetación. Es el momento donde se deja atrás el bosque y se descubre un paisaje radicalmente diferente. Mirando hacia atrás, puedo contemplar el trayecto que recorrí por el valle del Estero Huililco . El contraste entre el verde de los cerros y las cumbres aún con nieve, es de una belleza singular.
La ruta sigue por arena volcánica, cenizas y grandes piedras de lava petrificada. Al este se ve a lo lejos el imponente volcán Lanín, en su cara chilena.
Estoy caminando de nuevo en un paisaje lunar. El viento sopla con fuerza y arrastra nubes de polvo y ceniza. Los cursos de agua en la altura vienen cargados de sedimento volcánico.
Arriba todavía hay manchones de nieve. Paso cerca de la laguna Blanca, de poca profundidad y color turbio.
Después de varias subidas y bajadas, alcanzo la altitud máxima del día, a 1730 msnm. Para mi sorpresa, encuentro que hay una vertiente de agua potable. Del otro lado del paso, el sendero es perfectamente visible y está marcado con palos. La ceniza se cubre del musgo característico de altura y a lo lejos se ve un campo de lava petrificada.
El sendero va zigzagueando entre las grandes piedras de lava, hasta llegar a la Laguna Azul. Cerca de la laguna hay un bosque de lenga achaparrada, donde se puede encontrar reparo del viento. Hay algunos acampantes y me pongo a charlar mientras hago un descanso.
A continuación, empieza la bajada. Paso por una zona de mallín de altura. Antes del entrar al bosque. Cargo agua en un mantantial que brota de la montaña. El reingreso al bosque es una experiencia feliz. Se disfruta el silencio, la quietud del atardecer y la sombra. El sendero está perfectamente marcado, transitando entre lengas y cañaveral.
Al final del día, el sendero confluye como de costumbre con una huella vehicular secundaria. Atravieso algunas tranqueras para ganado. A eso de las 20 hs, armo la carpa en un pequeño claro y me dispongo para el sueño.
A la noche me desperté de un sobresalto. Creí escuchar el ruido de un animal. Inmediatamente empecé a alumbrar a mi alrededor. Se oía el golpeteo de las cañas y el crujido silbante de las lengas en una oscuridad total.
Día 50 (24,7 km)
Pasado el mediodía del día siguiente, llegué a Liquiñe, un pequeño pueblo rodeado de montañas, famoso por sus artesanías y sus aguas termales. Hay tantas aguas termales, que algunos vecinos las tienen en el patio de sus casas. Un fuerte componente de la comunidad mapuche le da identidad a la región.
Acampé en el camping de Trafipán. La verdad, no soy muy fanático de las aguas termales, pero estas tenían algo especial que me cautivó. Había poca gente en el camping y tenía un piletón para mi solo. Me quedé un buen tiempo disfrutando del agua caliente.
A la noche me quedé conversando con Eugenio Catricoy, un poblador mapuche. Le pregunté por el camino a Puerto Fuy, y me dijo que era difícil. Muy pocos se arriesgaban a hacerlo. No había camino vehicular directo desde la zona desde Liquiñe, solo huella de caballo por montaña.
Día 51 (38,1 km)
A la mañana temprano, fui a desayunar unos mates con tortafritas en la feria mapuche. Después de conversar un rato con Eugenio, a las 10 hs ya estaba en camino rumbo a la Laguna Anacoigüe. Tuve que solicitar permiso de acceso al final del camino vehicular y abonar algo de dinero. La subida es abrupta por sendero y se disfruta mucho por el paisaje.
Después de transitar un poco por bosque de lenga, llego a la laguna Anacoigüe. Estoy solo en un bosque cerrado, hace calor, el ambiente es seco y no hay insectos, una combinatoria de elementos muy positivos. Me metí en la laguna con cierta dificultad, ya que no había playa, sino suelo de barro. El lugar era perfecto para quedarse toda la tarde, pero a mi me gusta estar en movimiento, así que sigo mi travesía.
Bordeo la laguna por la derecha y aparecen unas marcas rojas que me guían por una antigua huella vehicular. Ingreso así a la Reserva Huilo-Huilo. El camino está tapado por árboles caídos, así que no hay vehículos transitando. Estoy totalmente solo y disfruto de la caminata por sombra en el bosque.
Después de una hora aproximadamente, llego a la Laguna Quilmo. Es mas grandes que la anterior y hay un refugio muy bien cuidado en la cabecera.
Me acerqué al refugio y salió el cuidador, quien me invitó a descansar adentro. Me explicó que el refugio estaba abierto a los caminantes. «¿Cuánto cuesta la noche?», le pregunté. «Nada», me contestó, «es para los que vienen caminando por acá». No solo no costaba nada, sino que el refugio era muy lujoso. Parecía una hostería: tenía baño, camas, caldera a leña para ducharse con agua caliente, no le faltaba nada.
A partir del refugio, empieza una huella vehicular mejor mantenida. Me llama la atención cómo la vegetación se hace más espesa a medida que avanza mi caminata. A los costados del camino, abunda la caña coligüe y sobresalen grandes coigües.
En determinado momento veo un pequeño sendero que sale a mi izquierda y se interna en el cañaveral. No resisto a la curiosidad y decido tomar el desvío.
Después de una hora de caminata en bosque muy cerrado, accedo a un monumento oculto, con los nombres de unas personas. Había flores y una especie de zanja, por lo que sospecho que era una tumba, quizás simbólica.
En determinado momento, noto con el GPS que me aparté mucho de la ruta regular. Estoy casi seguro de que el sendero conducía a la solitaria Laguna Chanchah, que pude ver en un mapa. Decido entonces desviarme para regresar al camino vehicular. Lucho un poco con la maleza y en un rato estoy de nuevo sobre la ruta principal. A lo largo del día, pude notar antiguos caminos forestales, que fueron totalmente tapados por la vegetación, incluso con jóvenes lengas que crecieron arriba. En determinado momento, doblo a la izquierda y la huella de auto se convierte nuevamente en un sendero.
El tramo siguiente es todo en descenso hasta el Lago Pirhueico. Las vistas son de una belleza singular, con el lago a la distancia. En el fondo, se ve el Volcán Coshuenco.
No voy a olvidar nunca más el momento en el que llegué a la playa del Lago Prihueico. Me senté a contemplar la belleza de aquel lugar único, con agua apacible y el silencio del atardecer. No podía creer estar en un lugar tan inmenso, de una belleza idílica, sin almas humanas a mi alrededor. A unos metros, tenía a una familia de bandurrias chapoteando. «¿Dónde están todas las carpas?», pensé, «¿cómo no hay acá camino de auto, un camping, una hostería?, ¿y los pescadores?». Aquel lugar es una muestra impresionante de naturaleza en su estado más puro. Y no creo que dure para siempre.
Después de llegar a la playa, el sendero vuelve a internarse un poco en el bosque y comienza a bordear el lago por la margen norte. Viene la última subida del día. El bosque es cada vez más tupido. A eso de las 19 hs llego a un bosque de pinos y me encuentro un grupo de scouts acampando, con quienes intercambio un poco de charla. A los pocos minutos ingreso a la localidad de Puerto Fuy. Ahí sí había bastante gente. Armo la carpa junto a la playa, en una zona de acampe libre.
No había electricidad en el pueblo, debido a un incendio cercano por la zona. Por tal motivo, la localidad estaba incomunicada y había preocupación entre la población.
Día 52 (37,7 km)
Me levanté bien temprano para tomar la barcaza a Puerto Pirihueico. Recién estaba empezando a asomar el sol y hacía un frío helado. La barcaza atraviesa todo el lago Pirihueico a lo largo de 26 kilómetros. Me habían dicho que se llenaba de vehículos, en su totalidad gente que iba a Argentina a través del paso Hua Hum. Por tal motivo, tenía que empezar hacer cola desde bien temprano, a las 7 de la mañana.
El viaje en barcaza fue un deleite. No me alcanzan palabras para describir el espectáculo de aquel paisaje en movimiento. Me llamaron la atención en especial las paredes de piedra que caían en picada contra el lago, con árboles que sobresalían al borde del abismo.
Una vez en la otra punta del lago, dejé atrás la Región de la Araucanía y me interné en la Región de los Ríos. Camino un rato por la ruta principal hasta que aparece un desvío a la derecha. A partir de allí, la caminata transita por una huella vehicular menor en bosque muy tupido. Cuesta acceder a los cursos de agua, ya que se encuentran ocultos entre la maleza. A medida que voy ganando altura el bosque se despeja un poco y hay menos sotobosque. Paso por varios puentes en el día. Me crucé a un grupo grande de personas que estaba haciendo trekking al igual que yo. Iban dos familias, con niños, adolescentes y adultos. El guía era un baqueano de la zona. Le pregunté por algunas indicaciones del camino y no logré comprender sus referencias, ya que nombró lugares que no figuraban ni en mi mapa ni en el GPS.
El ascenso del día fue de unos 1250 metros, aunque bien distribuidos y por eso no se sintieron tanto. Una vez arriba, la huella de auto transita lenga achaparrada y empieza la bajada. Caminé hasta un área donde empezaron a aparecer zonas abiertas y pilas de troncos apilados. El pasto estaba muy crecido, lo que indica ausencia de ganado, tal vez temporalmente.
En determinado momento el camino se bifurca y tomo el desvío de la izquierda. Elegí hacer una ruta alternativa, tal cual había recomendado otro caminante del Sendero Gran Patagonia unos días antes. Si bien no tenía el track de GPS para hacer esta ruta, tenía algunas descripciones gráficas. Preferí asumir el riesgo, porque según me dijeron, la ruta principal tenía dificultades para el acceso.
A eso de las 20 hs decido armar la carpa al costado del camino. Lo hice en un lugar que tuviera protección de los árboles y que a la vez me permitiera clavar las estacas.
Día 53 (39,6 km)
A la mañana siguiente, como de costumbre en esta región, amaneció todo cubierto por una neblina en movimiento. Salí a caminar hasta llegar a un área despejada y cerca de un antiguo puesto, encontré un puente. Según el GPS, es el final oficial de la reserva. Del otro lado, hay una cabaña en buen estado, vacía, y un sendero que se interna en un bosque frondoso.
Me llené de satisfacción al encontrar el sendero. Amo caminar por bosque cerrado. Al rato de empezar la caminata, descubro a mi izquierda algo insólito: es una máquina abandonada. Me quedo casi una hora observando las antiguas piezas de hierro. Se trataba de una maquina a vapor, que funcionaba en el pasado para cortar madera. Se conservaba la caldera, los rodetes, y un carril sobre el cual se desplazaba un carrito. La chimenea estaba tirada en el piso.
Seguí mi camino disfrutando de la frondosa vegetación y el aire fresco por la sombra. El sendero subía y bajaba no muy lejos del Río Curringue. Se notaba que había poco sotobosque, debido a que los árboles impedían la llegada del sol al suelo.
A lo largo de toda la jornada, pude disfrutar de lo mejor de la selva valdiviana. El sendero, totalmente remoto, pasaba por varios arroyos y requería algunos vadeos.
En determinado momento llego a un claro. Hay un antiguo puesto en mal estado y algunas vacas pastando. Más adelante, me enteré que en esta parte había una bifurcación que conducía a las Termas de Chihuio. Yo por mi parte, no lo sabía, y seguí pegado a la margen del río Curringue. Lo crucé y seguí la caminata por la margen oeste. El sendero asciende de manera abrupta y retoma una antigua huella vehicular, bastante tapada por la maleza.
En los tramos finales, el camino está muy mal mantenido. Tengo que luchar con la rosa mosqueta y las cañas que caen de los costados. En determinado momento, paso por un cañaveral caído que forma una especie de túnel. Todo es parte de la gracia de la aventura, pero el avance lento lo hace muy desgastante.
Al atardecer llego al camino vehicular principal. Hay viviendas rurales y mucho movimiento de autos. A eso de las 20 hs llego al Lago Maihue. Inmediatamente armo la carpa cerca de la playa y me dispongo a dormir.
Día 54 (11,2 km)
Mi objetivo inmediato fue hacerme una escapada a la ciudad, ya que necesitaba efectivo. Tuve problema de efectivo todo el viaje, ya que los cajeros me ponían un límite de extracción diario muy reducido. El micro a Futrono salía a las 6:30, así que a las 5:30 estaba despierto desarmando la carpa.
Al mediodía ya estaba de regreso en el Lago Maihue. Caminé aproximadamente dos horas por camino vehicular. Es una ruta transitada.
Después de caminar alrededor del lago, decidí tomar un descanso. Me quedaban pocos días y quería disfrutar de aquel lugar. Seguí una bajada de auto hasta el camping de Lobo. Armé la carpa cerca de la playa y me puse a tomar mate junto al fuego. Quise darme uno de los últimos gustos de la travesía y compré patas de pollo a los dueños del camping para cocinarlas al fuego. Antes de irme a dormir compartí fogón y guitarreada con una familia de acampadores.
Día 55 (40,2 km)
Al día siguiente salgo temprano en dirección al Volcán Puyehue. Empiezo caminando por la ruta principal y en determinado momento, el GPS me hace tomar un desvío para vadear el Río Mellipue. De allí continuo hasta un lugar intransitable, tapado por rosa mosqueta. La ruta estaba desactualizada, pero ya fue corregida para los futuros caminantes.
Después de remontar el camino principal, la ruta se desvía por una huella menor, subiendo aproximadamente 600 metros. Luego viene la bajada y se conecta otra vez con un camino principal. Esta parte es mucho más agradable, ya que se interna por camino de caballo.
A lo largo del día paso por varias poblaciones rurales. La zona tiene bastante para recorrer: cascadas, aguas termales, pequeños cráteres. Pasé por la entrada del Parque Huishue. Yo, sin embargo, seguí de largo con el objetivo de llegar al Volcán Puyehue al día siguiente.
En determinado momento me quedé sin agua. Los arroyos no me convencían y las lagunas menos. Por suerte pasó una camioneta y con una sola seña, paró para convidarme una botella.
Al final del día llego a la casa de Héctor, punto de acceso al Volcán Puyehue. Allí termina el camino vehicular, en un área residencial rural conocida como Los Venados. Me asusté porque salió un perro que parecía bastante malo, pero el dueño lo calmó de inmediato. Nos quedamos conversando con Héctor y me invitó a pasar a su casa. Me contó que era un ingeniero naval, ya retirado, dedicado a la tranquilidad de su campo. Solicité permiso para armar la carpa y luego nos quedamos conversando.
El Volcán Puyehue estuvo en erupción en los años 2011-2012. A través de las imágenes satelitales de Google Earth, es posible observar la modificación del paisaje a partir de la última erupción. Las cenizas volaron con el viento en dirección a la Argentina, alcanzando el Río de la Plata en la Provincia de Buenos Aires.
Día 56 (31,6 km)
A la mañana siguiente, compartí el desayuno con Héctor y tras un poco de charla, arranqué la caminata final hasta el volcán.
Se empieza ascendiendo por una huella vehicular no transitada, que se convierte pronto en un sendero. El ascenso es de unos 1000 metros aproximadamente, hasta llegar al límite de vegetación. En determinado momento me cruzo con una familia entera, que venía bajando de hacer una caminata. Habían ido a unas termas, pero mi itinerario era diferente.
Superado el lenguero achaparrado, ingreso a un paisaje de otro planeta. Es el cordón del Caulle. El suelo está conformado por piedras y cenizas volcánicas, de distintos matices grisáceos y rojizos. En determinados lugares, salían bocanadas de vapor de la tierra, dejando un color amarillento en la piedra y fuerte olor a azufre.
Soplaba el viento con mucha fuerza y se aproximaban unas nubes de tormenta. Tras una primera subida fuerte, comienzo el descenso hasta un valle plano de altura, probablemente aplanado por la nieve en época de invierno.
Al final del valle, me encuentro con grandes ríos de lava petrificada, de formación muy reciente. Tengo que evitarlos, caminando por desniveles que parecían dumas de arena. No encuentro mucha agua a lo largo de la jornada, y la que hay, no es potable.
Llego a un paso de altura y el clima empeora. En determinado momento, el viento sopla con tanta fuerza que es difícil mantenerse en pie. A una elevación de 1900 msnm, cuando menos me lo esperaba, estaba caminando sobre la ladera del propio volcán Puyehue. No se veía la cumbre, ya que las nubes tapaban todo. Tuve que sortear constantemente canales de agua, algunos secos, otros con nieve, que caían por las laderas del volcán.
Al ingresar a una nube, mi visibilidad se volvió muy reducida. Por mi cabeza pasaba el temor de tener que enfrentar una tormenta allá arriba, sin reparo. Por tal motivo, apuré la caminata todo lo posible. Mi prioridad era alcanzar el bosque antes que caiga la noche. En determinado momento apareció un sendero difuso y al rato las primeras marcas con palos.
Empecé a descender y apreció la primera fuente de agua decente. Ya con algunos coirones, aparecieron las primeras vacas. Estaba en zona de veraneada. De pronto, pude divisar a lo lejos el bosque, y en el límite de vegetación, un refugio. ¡Aleluya! Misión cumplida.
En el refugio me recibió una familia de norteamericanos, que estaban de vacaciones con tres pequeños hijos. Por suerte, había camas cuchetas suficientes para todos. Tras una charla, disfruté de un buen descanso, sin colchón, pero más que suficiente. Fue una jornada demoledora.
Día 57 (10,3 km )
Llegó mi último día de caminata. Está lloviendo así que decido esperar a que calme para continuar. Cada tanto, salimos con los norteamericanos a cortar leña para mantener la salamandra y poder así calentar agua.
A eso de las 16 hs, la lluvia se detiene. Inmediatamente salgo a caminar por el sendero en dirección a Anticura. El tramo es de unos 6 kilómetros en fuerte pendiente, por selva valdiviana y con mucho barro. Por momentos, el camino se hunde y me encuentro caminando por una especie de túnel.
Me crucé varios caminantes que subían al refugio. Habían estado esperando que terminara la lluvia, al igual que yo. Aproveché para pedirles una foto, una de las últimas de toda la travesía.
En determinado momento el bosque se abre y puedo divisar el Lago Puyehue. Llego a una huella vehicular que pasa por pampa abierta. Me estoy acercando al final del camino.
De a poco se siente el regreso a la civilización. En la ruta 215 hay asfalto y los autos pasan a toda velocidad, yendo y viniendo de la frontera con Argentina. Estoy a la altura del Paso Cardenal Samoré y Villa la Angostura. Solo me quedan unos últimos kilómetros más hasta Anticura. Después de una última hora de caminata por ruta, la travesía de este verano quedó completada.
En Anticura hice dedo a Entre Lagos y desde allí fui en micro hasta Osorno, donde tomé el micro de regreso a Argentina. Después de 57 días de caminata, era hora de regresar a la vida normal.
Conclusiones
El Sendero Gran Patagonia fue una de las mejores experiencias de mi vida. Sabía que iba a ser difícil, y efectivamente, fue bastante demandante, tanto física como mentalmente. Pero por suerte ya le perdí miedo, así que espero volver pronto para continuar con la segunda parte. Espero en 2020 llegar caminando hasta el Chaltén, en la provincia de Santa Cruz, Argentina.
A mis queridos lectores:
Mi intención al escribir esta humilde reseña fue compartir gratos recuerdos y, al mismo tiempo, promover esta bella ruta entre caminantes de habla hispana. No quise extenderme demasiado en detalles para no hacer tediosa la lectura, pero sepan que estoy disponible ante cualquier pregunta que quieran hacer. Saludos y que tengan buenas caminatas.
Leer la reseña general.
Volver a la tercera parte.
Ir a la primera parte.
¡Vaya mi eterna gratitud a los generosos habitantes del suelo chileno!
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